miércoles, 14 de abril de 2010

Un poemita que hice el año pasado

Niños que toman las cámaras
robadas.
Las imágenes
borradas
de tiempo,
y de silencio.
De las voces
que no luchan
porque no se ven.
No creen ser
porque no se reconocen
en los medios,
en los dueños
de otras cámaras
poderosas,
más grandes,
que no los miran.
Que miran a otros
y sus vidas, y las muestran.
No la de los niños,
no las nuestras.
Pero las repiten como si lo fueran,
tanto
que casi nos olvidamos.
Casi
no luchamos.

Los niños ven imágenes de otros dueños
Y de a poco, sin darse cuenta,
también otros sueños,
ajenos,
los viven y atraviesan.
Los lastiman.
Tanto, que les quitan
el sueño.
La comida.
Hasta que un día
En una foto.
Una que sacaron ellos.
con una reflex
que no es digital,
a veces que ni es reflex,
ven su vida,
al fin su vida.
Y, ahora, sus sonrisas.
Ni importadas,
ni impostadas.
Sus sonrisas
que laten,
reales.

Este poema lo hice cuando el año pasado, en el marco de un taller de fotografía para chicos de comunidades abroígenes del chaco, unos amigos (que coordinaban el espacio) me pidieron que colaborara con palabras. Gustoso lo hice y salió esto.
Este es el link del blog del taller si quieren chusmear el trabajo de los chicos:
http://fontanafoto.blogspot.com/

Evaluación de la cursada

Este año significó para mí un retorno a la carrera, con todo lo que ello implica: miedos, dudas, expectativas, ansiedades.
Fue una vuelta al camino antes abandonado, retomarlo, ahora con más seguridad. A veces es necesario dudar, permitirse el cambio, la lejanía, para después volver con más seguridad, más empuje, más convicción y responsabilidad. Morir, dejar de existir, guardarse, estar ausente, para luego renacer.
Cursar el taller significó cursarlo por segunda vez luego de un fracasado intento en 2004. Esto trajo aparejada mucha ansiedad en torno a cuan bien me podía desempeñar, en una materia, en la que por mis intereses tenía muchas expectativas.

Puedo decir que la cursada me resultó transformadora en muchísimos aspectos, que trascienden incluso las esfera académica (viaje a Santiago de por medio, decisiones laborales tomadas en parte a partir de la cursada, y demases que quizás no viene al caso, pero siento necesario expresar) que es en definitiva lo que uno busca en la universidad: un espacio de pensamiento, de formación, más allá de los límites de los textos y las clases.
Al principio me resultó rara la temática del viaje, sentí que limitaría los trabajos, que sería una cursada muy estructurada. Pero con el correr del tiempo fui entendiendo la metáfora del viaje, como la escritura, como búsqueda, como forma de autoconocimiento.
Aprendí muchísimo de los textos y de la forma y la libertad en que fueron planteados, me conocí en mi estilo de escritura, en los temas que me interesan, en los que no, aprendí ejercicios útiles como tomar notas de lectura y escribir procesos de escritura, que entendí ayudan muchísimo a la producción misma de los textos, a veces a partir de la escritura de un proceso se entiende más el texto, uno clarifica lo que quiere decir, las notas de lectura sirven para explorar y transitar en profundidad los textos, ir y volver hacia y desde ellos.

La autocrítica nunca es fácil pero creo que en mis trabajos en particular se notó una mejora, volver a la práctica de la escritura frecuente hizo que mejorara en muchos aspectos, la fluidez, las formas, los temas, el contenido.
Me reencontré con mi estilo, y la cursada significó conectarme nuevamente con algo que siempre me causó placer, que es la escritura, que significa para mi el espacio de mayor comodidad y autoconocimiento.

Proyecto ensayístico: "Saudade"

Hay temores que me acompañan desde niño. Son esos que enterré en la infancia y un sueño los encuentra llenos de tierra húmeda, una noche de veintitantos años, junto a una canción imposible de tocar en el piano, cerca del dolor de panza antes de un examen de matemática, abajo del vértigo en una tribuna de circo, arriba de la angustia por perderme en una noche de carnaval; siempre, pintados de oscuridad.

Hay temores que viven en la oscuridad y es preciso alumbrarlos.
¿No es acaso vivir un intento de iluminar lo oscuro del mundo? ¿No es la vida un viaje hacia un territorio desconocido en el que nos es dado sólo una lámpara cuyo combustible debemos administrar?

Sin embargo también los mismos sueños alumbran en la oscuridad recuerdos felices, de viajes, de personas, de momentos de intima felicidad; la seguridad de la pollera de mi abuela recorriendo la casa cuando tenía cinco años y medio metro, la capacidad de asombro virgen ante un libro amarillento y desvencijado que cuenta aventuras lejos de la habitación oscura de siesta en que lo leo, el olor a tierra mojada después de la lluvia en el campo; todos ellos recuerdos que antes de la luz, también parecían tener forma de monstruos.

La luz ilumina lo desconocido, lo que existe detrás de la oscuridad.
¿Pero no es de algún modo la luz la que crea lo que alumbra? ¿No existe lo que existe sólo porque lo alumbramos?

El sueño metaforiza nuestra búsqueda incesante de significados, en cierto modo nuestra vida.
¿No somos combustible? ¿No somos pura potencialidad de alumbrar el mundo, cuando leemos y escribimos, cuando viajamos y contamos el viaje?

Cada viaje hacia algún lugar desconocido lo hacemos con pequeños elementos que nos ayudan a echar luz sobre el territorio: un mapa, una brújula, algún consejo de un amigo.
Es a su vez por las historia que oímos que vamos a ese lugar, el mapa señala ese lugar y no otro, lugar anterior a él, pero que por él conocemos y recorremos.

Hace algunos años hice un vaije a Brasil del que sólo me traje un recuerdo, una palabra: saudade.
Fue un intento por atesorar un país que me deslumbró, un intento de traer en esa palabra imágenes, de una playa, una isla, un impulso de condensar en esa palabra gente, formas de ser y de hacer, una música, unos olores, un viaje.

Saudade es una palabra que no tiene equivalente en ningún otro idioma, un tesoro simple y mágico del portugués.
Saudade se puede entender como nostalgia, pero no es la nostalgia. Se puede articular con el verbo extrañar, pero no significa extrañar. Saudade puede parecer en un primer momento estar cercana a la tristeza, pero lejos esta de ser triste el concepto al que refiere.

Saudade es un faro, que alumbra una isla, que habitan únicamente quienes hablan portugués.
Una isla que para otros permanece oscura, un territorio que muchos no transitaron nunca, y si lo hicieron no repararon en él, yendo a oscuras sin linternas a mano.
Es un territorio hecho de la melancolía que provoca el recuerdo de una alegría, es sentir la presencia del otro por su ausencia, es el recuerdo de lo irrepetible que se evoca y así se vive nuevamente.

Saudade es el faro que alumbra.
Saudade es el territorio que existía antes de ser alumbrado.
Saudade es el territorio que existe porque es alumbrado.

Saudade es la luz que alumbra en mis sueños el olor a tierra mojada, viejas lecturas de Verne y un mar abierto entre morros.
El sueño es el mapa por el que transito territorios que existen nuevamente porque los sueño.
El sueño es la analogía diacrónica de la vigilia. Es lo mismo soñarme persiguiendo las piernas de mi abuela que perseguirlas por primera vez a los cinco años; el territorio es el mismo, sólo el mapa es distinto.

Emprendo un viaje hacia esa isla que alumbra ese faro y soy Ulises en busca de Ítaca.
En cada búsqueda de sentido, cada intento de echar luz sobre el mundo, cada libro que leo, soy un viajero que es a la vez todos los viajeros, soy los mil héroes que surgieron luego de las miles de transformaciones que en mi vida arrastraron miles de búsquedas, soy los miles de héroes del mundo que transitaron miles de mundos, soy el mismo héroe de las mil vidas del mundo haciendo el mismo camino.

Sueño nuevos viajes, nuevos territorios, nuevas personas y soy el mismo héroe milenario que está siendo soñado miles de veces, en otros lugares y tiempos.

Sueño y soy soñado, el faro me alumbra y me nombra, y alumbro el mundo con mis palabras.
El faro ilumina mi territorio, así lo conozco, así es.
En sueños soy y en ellos me busco.
En sueños conozco el mundo y... lo atesoro.
.

Proceso de escritura del Proyecto Ensayístico

El ensayo fue un espacio de libertad. Así lo sentí, así lo escribí.
Como todo espacio de libertad no es sencillo transitarlo, construirlo. Requiere valentía y disciplina; hacerse cargo por completo de lo que se hace y se dice, ya que el límite es nuestra capacidad de trabajo, de pensamiento, de vuelo; en fin, una gran responsabilidad.
Escribí muchos borradores del ensayo, con muchos temas diversos y diferentes entre sí. Todos en relación con las imágenes que me evocaron la selección de textos, no por una necesidad de circunscribirme a lo dado, lo seguro, lo que caería bien a la hora de la evaluación; sino porque realmente fueron textos reveladores, sobre todos los textos de Campbell, Piglia, Ginzburg, Güichal, Caparrós, Walsh, todos los ensayos, y la lista podría seguir abarcando casi todos los apuntes.
Entre los borradores escribí algunos sobre los saberes singulares y la necesidad de remitirse a la experiencia particular, influenciado sobre todo por Ginzburg, escribí sobre el turismo influenciado por Caparrós, Tatian y Benjamín.
Finalmente me decidí en base al descubrimiento revelador que tuve durante la cursada: la opacidad del lenguaje.
Intenté hablar de la magia de nombrar, de cómo nombrar es también crear, dar ontología a las cosas, que no están tal cual antes del lenguaje, sino que este las modifica, las trasciende.
Intenté hablar de una palabra en otro idioma: Saudade. Es una palabra que desde que la conocí me maravillo, me enamoró, fue una manera de atesorar un país que me encanta, una forma de traer de Brasil conmigo su gente, su música, sus formas de ser y hacer, su música, su aire, ese viaje en particular.
Quise combinar esto con la magia de los sueños, con lo inexplicable que hay en ellos, con la búsqueda y el autoconocimiento que implican y se me hizo necesario vincular los sueños con el mito; tal como lo hace Campbell.
Finalmente, presento el ensayo con el deseo de que sea grata la lectura y de poder transmitir el placer que me generó hacerlo. Me sentiré satisfecho si logro evocar las imágenes que impulsaron su escritura, si cuando lo lean puedan transitar el territorio que me llevó a escribirlo, viviendo de algún modo mi viaje y evocando las imágenes que en él intenté plasmar.

Segundo Trabajo de argumentación

La mentira del pescador

“Una gran mentira es como un gran pez en tierra; podrá agitarse y dar violentos coletazos, pero no llegará nunca a hacernos daño, no tenemos más que conservar la calma y acabará por morirse.”

La mentira puede ser un pez en tierra que en menor o mayor tiempo morirá asfixiada por el oxígeno sin agua.
Sin embargo antes dará violentos coletazos y sí puede hacer mucho daño.
El camino de la mentira es el más fácil y el más dañino.
Mentir es fácil, sólo hace falta voluntad de tergiversar los hechos a favor intereses particulares, de una clase particular, de un grupo particular.
Y el camino de vuelta también es sencillo, cuando la mentira murió, fue descubierta, y desenmascarada, son incontables los daños que habrá dejado a su paso y será sencillo el camino del olvido. La sociedad olvida porque es, somos, cómplices.
Mirar para otro lado cuando la mentira golpea con violentos coletazos al de al lado hasta herirlo de muerte es fácil, tan fácil como hablar de ella y de cómo vimos que mataba al otro y no pudimos hacer nada.
Como vemos la mentira también se reproduce y una vez muerto, ese pez enorme deja huevos que empiezan a romper en todos lados, en muchas personas.
Devolvamos los peces al río, los grandes y los pequeños; devolvamos la verdad a los cuerpos que el río se cobró por todos los peces que decidieron invadirnos; y que él nos devuelva los cuerpos que no dejarán que pescadores, vestidos de verde odio, los sigan negando, nos sigan mintiendo.
Que se mueran los peces por fin, que aparezcan los cuerpos que sus pescadores usaron de carnada.

Primer trabajo de argumentación

¿La supervivencia del más apto?

Cuando llegué de Entre Ríos para empezar a estudiar, tenía muchas esperanzas puestas en la experiencia universitaria y muy pocos años, apenas diecisiete. Me sentía chico, desbordado quizás por el cambio de ciudad, la lejanía del entorno familiar de mi ciudad chica con su gente, amigos y familia, la responsabilidad de vivir solo.
Sin embargo el primer día de clases logró hacerme sentir aun más pequeño. Bastaron horas para notar las diferencias académicas que tenía con mis compañeros, muchos provenientes de colegios privados, del Nacional Buenos Aires y del Pellegrini.
La brecha era evidente y eso me frustraba.
Conforme fueron avanzando los días y los exámenes me sentí cada vez más seguro, y hacia el final del año, en mayor o menor medida, todos estábamos a un nivel más o menos parejo, diferenciados desde luego cada uno en sus individualidades e intereses particulares.
Fue entonces que entendí la importancia del ingreso irrestricto. Si hubiese tenido que pasar cuando recién llegué por un examen de ingreso, estoy convencido que no estaría estudiando hoy en la universidad. Las diferencias eran enormes con mis compañeros, que ostentaban un background cultural que superaba en años luz el que la escuela pública me había dado en Gualeguay. Por mucho interés que hubiese puesto en estudiar hubiese tenido delante de mí cientos de postulantes que me sacarían cabezas de ventaja.
Este es el motivo por el cual estoy en contra del examen de ingreso; porque es iluso pensar que partimos de iguales condiciones, porque es hegemónico apelar a las capacidades naturales de las personas; nada es natural, salvo nuestra carne y nuestros huesos, el resto son construcciones sociales, incluso el conocimiento y dependen de condiciones anteriores, materiales y económicas.
Por otro lado me parece nefasto pensar en el otro como un competidor en el circuito del conocimiento; la universidad no es un espacio funcional al mercado, no debería serlo al menos, y no debería guiarse por la lógica de la ganancia, de la reducción de costos.
Debe ser un espacio de debate, de pensamiento, de reflexión, de aprendizaje.
Estoy orgulloso de haber cursado y seguir cursando con compañeros de estudio y reflexión, y no con contrincantes; de ver al otro como un compañero de debate, comparta o no mis argumentos, y no como un enemigo a quien vencer en la carrera hacia el éxito.
Estoy orgulloso de poder estar escribiendo este texto porque existe el espacio de la libre reflexión, que no está condicionado por la mano peligrosamente invisible y parcial del mercado.
Por esto confío en que este espacio siga existiendo, confío que tanto alumnos como docentes seguiremos defendiendo el lugar que tanto tiempo de luchas y tantas vidas nos costó y en que este sea el primero de tantos textos que escriba; la piedra fundamental de mi pequeña contribución a la construcción de un espacio fuerte y transparente de pensamiento y libertad.

Notas de lectura sobre las fiuguras de viajeros

Figuras de viajeros que llamaron mi atención

Elegí de todos las palabras del texto las que llamaron mi atención, aquellas en que puse mi interés, pensando en articularlas con lo que será el tema del trabajo final del ensayo.

Aventurado:
Algo aventurado parece ser algo que motiva el viaje, un quiebre, una frontera, un umbral.
Si algo es riesgoso, algo se puede perder e inevitablemente algo también se gana. Ese concepto me resulta, en sí ,transformador.
Algo cambiará entonces si hacemos algo aventurado.
Aventurarse es buscar. Buscar es viajar hacia lo nuevo.

Flâneur:
Según Balzac, es el artista que vaga y divaga.
Vagar para divagar y luego contar, escribir.
Es un ejercicio, creo, necesario de quien quiere escribir.
El viajar y andar sin propósito nos obliga a pensar en los propósitos, reflexionar.

Héroe:
Figura necesaria de todo viaje.
De todo viaje que se precie nace un héroe.
El viaje que transforma lo dado, que desnaturaliza, que nos obliga al cambio, que nos pone a prueba, nos transforma y nos hace héroes.
En todo viaje no hay nada seguro más que lo desconocido: ¿la muerte?, y la probabilidad de nacer en otro.

Vagar:
“Andar por distintos sitios buscando algo que no se encuentra.”
Esta palabra y la definición dada me parecen muy sugerentes, me remiten a imágenes que articulan con las que me producen las otras palabras que elegí.

Notas de lectura sobre Ginzburg

El milenario arte de descifrar signos

El autor y su obra

Carlo Ginzburg es un historiador italiano nacido en Turín en 1939.
Su figura es un pilar de la corriente conocida como microhistoria, que puede ser explicada como la revisión de personajes, hechos y acontecimientos que para las principales corrientes del estudio de la historia pasaron inadvertidas; esa es la tarea que emprende en su libro más conocido El queso y los gusanos; en él Ginzburg reconstruye la vida de Menocchio, un molinero de la edad media, del cual se tienen noticias gracias a las actas del proceso de la inquisición , que lo persiguió por sus ideas contrarias a la religión acerca de la religión en sí y del origen del mundo.

El ensayo que leí y sobre el que esbozo algunas notas de lectura se llama “Señales. Raíces de un paradigma indiciario” y forma parte de su libro Mitos, emblemas e indicios: morfología e historia.

El viaje, dice Celia Güichal en Una metáfora viva, puede ser parangonado a saberes de tipo indiciarios.
El viaje está sujeto a la experiencia individual y esta experiencia es imposible de ser formalizada tal como lo requiere la ciencia galileana. El viaje está circunscrito a lo particular; al igual que la escritura. Son ambos irreductibles a una formalización.
Este saber indiciario deja entrever el gesto “tal vez más antiguo de la historia intelectual del género humano, el del cazador agazapado en el fango que escruta las huellas de la presa.”

Ginzburg en su ensayo despliega y nos muestra a través de la historia los lados y dobleces del tapiz de un paradigma científico y cultural que estuvo presente desde los inicios de la cultura y desde los primeros intentos de conocimiento científico.
Nos da numerosos ejemplos de cómo este paradigma indiciario está presente tanto en la teoría del psicoanálisis, como en el estudio de la historia de arte del crítico italiano Giovanni Morelli y hasta en los relatos de Arthur Conan Doyle. En los tres casos hay operando un paradigma de conocimiento relacionado con la sintomatología médica: a partir de pistas, huellas, síntomas; busco y encuentro la “cosa en sí”, ya sea la enfermedad, la personalidad particular, el genio creador o la resolución del caso.
Este paradigma retomado en estos tres casos hacia finales del siglo XIX es mucho anterior, incluso anterior a la medicina; de hecho ésta es sólo una de las herederas de este paradigma que encuentra sus raíces en los cazadores primitivos, los primeros que vieron signos en las huellas sobre el fango, los primeros forzados a descifrar algo a partir de las huellas que ese algo dejó.
Este cazador leyendo signos constituyó el primer intento de búsqueda de conocimiento, el primer intento de pretensión científica, de lectura de una realidad desconocida e inalcanzable a partir de sus signos materiales.
De ese primer gesto del cazador primitivo son herederos la narración, las prácticas adivinatorias, la medicina, la teoría del psicoanálisis e innumerables ejemplos, más allá de los cuales el texto nos alerta en un momento de epifanía sobre el hecho de que este gesto indiciario es casi el primer impulso cognoscitivo de todo ser humano desde hace siglos: estamos signados por la necesidad del descifrar, necesitamos de los signos y es sólo a través de ellos que logramos acceder a una realidad que siempre supimos inasible.

Desde lo personal este texto me pareció muy interesante, lo relacioné inmediatamente con la teoría semiótica, y creo que da mucho para hablar y pensar; desde ya que sería interesante trabajarlo en el ensayo.

Anexo a Crónica cultural III

Buffalo ´66/The Brown Bunny/Quadrophenia: Pernoctar en el Malba

Frío de junio en buenos aires y tomo el 102 en la plaza de Constitución.
Me voy a bajar en Figueroa Alcorta al 3400: Malba.
La ocasión es ver en cine los dos únicos largos que hizo hasta ahora Vincent Gallo, y escucharlo a él hablar un poco al respecto.
Personaje peculiar Vincent: actor, músico, director de cine y siempre, ante todo, personaje.
Si lo googleamos nos enteramos de que es hijo de inmigrantes sicilianos, que vivió en Búfalo hasta los dieciséis años cuando el padre lo echó de la casa, que en ese momento se mudó a Nueva York y que ahí fue pintor, rapero, bajista en una banda, modelo publicitario de Calvin Klein, actor, corredor de motos y gigoló.
Yo lo conocí en mi adolescencia, aburrido, viendo algún canal de cable, cuando me encontré con Buffalo ’66 -su primer largo, de 1998- y me quedé colgadísimo con esa historia freak, con esos personajes freak y con ese cine que se olía ya en el primer fotograma bien independientón.
Su segundo largometraje, “The Brown Bunny” -de 2004- acá no llegó al cine, ni a los video/dvdclubes. Así que será mi primera visión de dicho film.
Hoy Gallo las va a presentar a las dos y a charlar un poco al respecto.
Sigo el viaje y me da un poco de miedo no conseguir entradas, miro el reloj: 14.30: nah llegó re bien.
Error: entro rápido al Malba a las 15:00 y hago la correspondiente cola:
- Una entrada para lo de Vincent Gallo
- ...-cara de póker del vendedor.
- Para lo de Gallo- repito
- Se agotaron hace dos días- con cara de superado-, por eso pusimos el cartel
- Me doy vuelta, leo “entradas agotadas” en un cartel enorme de letras rojas en la puerta, lo miro al flaco con bronca y me alejo puteándolo a él, a Gallo y a Constantini.
Un pibe cool con gorrita jujeña que dembula por ahí se ríe “garrón”: a él también le había pasado lo mismo. Hablamos un toque sobre la mala suerte que tenemos y nos quedamos ahí afuera dando vueltas, “de alguna forma hay que entrar” nos decimos.
Yo mientras tanto voy y saco las entradas para Quadrophenia que la dan a las 22:00: mi idea es pernoctar.
Haciendo la cola una chica me pregunta si acá se sacan las entradas para lo de Gallo, yo soy el encargado de darle la mala noticia, y la chica también es positiva “nahh, bueh igual alguna tenemos que conseguir”.
Después de una rato somos muchos los que no nos resignamos a irnos, yo por las dudas llamo a una amiga que vive cerca para que se venga, de última damos una vuelta por el museo, una vez más.
El pibe de la gorrita y yo mientras tanto nos divertimos viendo como se repite la escena: chicos emocionados que llegan corriendo y se encuentran con el cartel: “la puta...”.
El Malba está ahora lleno y casi todos en la misma, todos muy cool, mucha gorrita de lana como la de mi nuevo amigo, mucha chica con medias de colores como la de la cola, muchos anteojos de marco negro ancho, mucho chupin, todo muy Malba.
Y aunque los Malba boys no conocen siquiera a Gallo se emocionan de todos modos: “ahí está, ahí está” se susurran.
A esta altura de los acontecimientos, Gallo había entrado al Malba detrás mío y desde entonces está dando vueltas en la entrada hablando con la gente y sacándose fotos con tipos que ni saben quién es.
Es que en realidad este personaje que se pasea de botas blancas en punta, con una tapado hasta las rodillas y con un look de homeless muy prolijo un poco inquietante está de moda entre los argentinos desde que llegó hace un tiempo a Buenos Aires para filmar Tetro, la nueva que a Coppola se le ocurrió a filmar acá, en la que están también Maribel Verdú, Javier Bardem y Leticia Brédice (¿?).
Ahora a nosotros se nos suma un amigo del pibe de gorrita jujeña, estudiante de cine igual que él, y seguimos puteando por lo de las entradas, mientras me cuentan que el de gorrita es de Uruguay y el amigo de Colombia y hablamos de cine, y de escuelas de cine y de Lucrecia Martel.
En eso, llega una chica del Malba y se acerca aun grupo que esta al lado nuestro -entre las que estaba la chica de medias color violeta y tapado rojo a la que yo le había dado al mala noticia- y les da de la nada entradas para todas, con los pibes nos miramos y la seguimos y nos escupe un “no tengo más chicos”: “no se nos da ninguna” y seguimos puteando.
Ya son las 16.00 y nos empezábamos a resignar cuando sale la chica del Malba y nos dice “ ¿ustedes querían entradas?”: le sacamos tres para nosotros y una para mi amiga que estaba llegando.
Las entradas eran solo para Buffalo ´66, pero está bien igual.
Vemos la película y salimos.
Nos quedamos con mi amiga afuera, sin entradas todavía para la segunda, pero yo sé que de algún modo voy a entrar. En eso escucho a tres personas hablar de que les sobran entradas, me acerco y a los quince minutos estamos viendo The Brown Bunny, “no tenés cara” me dice mi amiga.
Vemos la peli, y yo quiero entrar a la charla, que requiere entradas aparte, me queso solo y salgo afuera a la caza de mi lugar en la sala, pero me encuentro en la cola con amigos que sí tienen entradas y me cuelgo hablando, así que la charla no la voy a poder ver.
Cierran la puerta y me cago de frío esperando que se hagan las 22 para Quadrophenia.
A las 21:45 llega Lucho, un amigo con el que voy a ver la peli y nos dicen que por la charla va empezar recién a las 22:30, aprovechamos y salen sanguches en una estación servicio.
Cuando llegamos 22:30, nos encontramos con los Malba boys asediando a Gallo, que firma autógrafos, charla y se saca fotos con todos. Nosotros pensamos que todavía no se puede entrar, cuando nos damos cuenta que la peli ya había empezado.
Entramos corriendo.
Recién a las 12.30 vuelvo a casa, después de un día en el Malba.





Buffalo ‘66

Un tipo, Gallo, sale de la cárcel y quiere ir al baño.
Así empieza Bufalo 66, y sigue por lo menos veinte minutos más con este tipo buscando un baño: quiere entrar al de la cárcel y no lo dejan, toma un colectivo a la ciudad y están cerrados los baños de la terminal, va a un café y está cerrado también, va a un baldío y una mujer viene a sacar el auto que estaba estacionado ahí, llega a un club donde hay una clase de tap, ahí encuentra por fin un baño, pero cuando está a punto por fin, llega un flaco trasvestido y se lo mira, al tipo le molesta y se saca y lo golpea y “ahora no puedo” dice.
La pelicula se mueve en torno a situaciones violentas, entre incómodas y graciosas que muestran a un personaje que convive con la violencia naturalizada como parte de su indetidad.

The Brown Bunny

The Brown Bunny también muestra violencia, pero vista desde un prisma de melancolía, como quien ve con horror, pero con el filtro del tiempo una foto dolorosa.
Gallo, el protagonista nuevamente, es un corredor de motos que sale del circuito donde fue su última carrera y viaja hacia California donde será la próxima.
Durante el viaje nos damos cuenta que en aquella ciudad no solo está el circuito donde corre al día siguiente, sino también la casa que tenía con su ex, Daisy (Cloe Savigny).
Va a la casa.golpea y le deja una nota. Sin embargo, sabe que no está y que no va a volver. Todo esto con la música de J C Frank de fondo (por ejemplo la hermosa Milk and Honey).
Ahora bien, aunque ustedes se imaginene un melodrama a partir de los datos de arriba la pelicula es, sin embargo, minimalista: justa en lo estilistico y en el registro de los actores y como transparente, silenciosa, al igual que la procesión interna del personaje, que se nos muestra, paradojicámente, con la actuación criptica de Gallo.

Caparrós entrevista (Ayuda para el género de la crónica)

Caparrós
Esta es la primera de tres entregas de una larga entrevista al escritor, historiador y periodista Martín Caparrós, considerado uno de los mejores cronistas del mundo. Fue en su casa durante una mañana primaveral, a fines de septiembre, entre jugo de naranja, cigarrillos y, por supuesto, Caparrós vestido de negro.
Nos juntamos a charlar con la excusa de su libro El Interior, que en ese momento acababa de salir. Pero terminamos hablando de blogs. Antes pasamos por la crisis actual del periodismo gráfico, los sueños setentistas y los de ahora, algo de literatura, su libro, sus años en Francia cuando estudiaba historia en La Sorbona, las crónicas y el mito del periodismo argentino, la euforia en la vuelta de la democracia…
Los párrafos serán puestos casi sin preguntas y en orden de temas. Hoy, Caparrós hablará del lenguaje y su método para trabajar los textos.
“Trabajo con un grabador. Cuando escribía crónicas solía ir escribiendo en una libretita, y en un momento descubrí que llamaba mucho la atención si me paraba en una esquina y anotaba. Y que ahora llama mucho menos la atención un tipo que habla solo por la calle que uno que anota. Entonces voy grabando. Pero grabo casi el texto final, no es que tomo notas. Escribo oralmente.
-Como Borges, que como no podía escribir, dictaba
-Salvando las inmensas distancias. Él lo hacía porque era ciego… quizás yo también, andá a saber”.
“En general no escribía en la computadora. Usaba el grabador. Hay un trabajo muy fuerte de edición. Crea una forma de escritura extraña… una escritura en el lugar y en general la escritura es posterior a lo que uno está viendo. Y es curiosa esa manera de trabajar. Escribir in situ, digamos”.
“La mayor parte de los testimonios son grabados porque sino me hubiese sido difícil reproducir el habla con ciertos detalles y me parece muy importante. Editar lo que alguien dice me parece siniestro y es una costumbre muy propia del periodismo argentino. Y yo nunca entiendo porqué lo hacen. A mí me pasó muchas veces que me encuentro, me veo en publicaciones diciendo palabras que yo sé que no digo. Yo sé las palabras que elijo. Sé si voy a decir hospital o nosocomio. Y sin embargo a veces me veo diciendo palabras como nosocomio. Y me parece curioso porque yo creo que los periodistas deberían entender que las palabras que uno dice me parecen tan importantes como las supuestas ideas que uno trata de transmitir con estas palabras. Sin embargo los periodistas se creen libres de poner cualquier palabra en boca de cualquiera; de traducir lo que alguien dice a un lenguaje supuestamente… mejor ¿será? Me impresionó mucho. Es como si en una foto a mí me pusieras pelo rubio, ¿no? ¿Por qué?”
“El grabador muchas veces lo llevaba en el bolsillo de la camisa, fundamentalmente para que no interfiera en las charlas, no con el objetivo de engañar a nadie. Lo curioso es que los periodistas le cambian las palabras a la gente cuando las transcriben pero después mucha gente, cuando habla con un periodista, trata de hablar en ese lenguaje que los periodistas le inventan a la gente. Entonces ahí te cierra el círculo. ¿No viste que en la televisión cuando le preguntan a cualquiera por la calle sobre un delito, la gente habla como la policía? Es un delirio”.
Ahora Caparrós habla de El Interior, su último libro de crónicas que escribió durante sus viajes por las provincias argentinas. También, analiza un poco el país que tenemos.
“Hace mucho que intento de distintas maneras de contar la Argentina, de esta manera. Y esta era la manera la más obvia, la más apropiada, la más directa de saber qué es la argentina: agarrar un coche y empezar a recorrerla. Tener mucho tiempo para escuchar, para mirar, para recordar, para pensar”.
“Empecé en el 2004 y viajé durante 2005. Tenía un plan muy general, arrancar para el norte y el litorial y subir por el río Uruguay y bajar por el Paraná, pero los detalles se iban armando sobre la marcha. Fueron cinco salidas largas, que después terminó en un relato entero. El final del libro es una vuelta a Bs. As. y recuerdo la impresión de que cada vez que volvía era la sorpresa por la magnitud de Buenos Aires. En las provincias hay ciudades grandes que se entra por autopista, lo que sea. Pero cuando llegás acá por la panamericana empezás a ver que todo es mesurado, seis carriles de coches, construcciones, movimiento y ruido. Te das cuenta de la diferencia fuerte de una manera en que por lo general no lo notás estando acá adentro. Era de alguna manera redescubrir esta ciudad. Fue aprender a mirar para después contar lo más difícil, que es la manzana de mi casa. Eso que es tan común, tan habitual… poder mirarlo con los ojos un poco descentrados”.
“Es casi un chiste. Ahora vivo en una casa rodeado de cuatro calles con nombres de provincias. Y me mudé del barrio donde siempre viví, en el mismo momento que salía el libro. Casualidad curiosa”.
“Es difícil sintetizar qué es el interior. Para empezar es algo muy distinto de lo que solemos pensar los porteños cuando imaginamos el interior del gaucho en su caballito, el coya o el hachero misionero, etc. El 80 por ciento de la población del interior vive en ciudades.
Me acordaba de alguien de Resistencia en Chaco, en un aviso en el diario una persona pedía alguien del interior para servicio doméstico. Pero del interior de la provincia! Siempre hay un interior”.
“Cambios hubo por todos lados. En Buenos Aires también en los últimos veinte años. A mi me llamó la atención también. Traté de armar las variables socioeconómicas del interior si fuera un país y resultó que el PB poer cápita no era tanto menos que el de bs as. Yo en principio hubiera pensado que sí lo era, pero no. Y esto es porque la pobreza es cada vez mayor en el gran Buenos Aires y nos vamos para abajo cada vez más, no? Y además se solía pensar que Buenos Aires era el centro de la argentina y el espacio más moderno y de avanzada social y culturalmente que marcaba el rumbo del resto del país. Y por momentos ahora me pregunto si no es al revés. Aquello que solían ser las características del interior, son las que ahora están entre nosotros aquí”.
“Sería bueno saber hacia dónde vamos, como país. El hecho de que la Argentina pasó de un proyecto industrial a retomar su viejo rumbo agro exportador… eso hace que ciertas regiones del interior hayan tomado un peso mucho más fuerte en nuestro país. La zona sojera por ejemplo, tiene mucho más poder hoy en la argentina que hace 20 años y eso hace que ciertos sectores de la argentina tengan más poder que antes. Hay unos cambios raros, ¿no? Todavía no se manifiestan muy claramente”.
Caparrós se motiva hablando casi de cualquier cosa, pero mucho más si se trata de los medios. Por eso no ahorra crudeza para hablar de la crisis del periodismo gráfico, el género de la crónica y su importancia política, Internet y la revindicación de los libros largos. Esta es la tercera y última entrega de la entrevista a Martín Caparrós. Pero quedó material afuera y habrá un bonus track. Estén atentos.
“Suelo decir que a mí me sorprende que los editores de los medios gráficos argentinos trabajan para una especie que ellos han inventado que es muy paradojal y contradictoria, que es un lector que no lee. Ellos creen que los lectores no leen. Entonces, si un lector no lee, ¿qué carajo es? Porque un lector se define por ser alguien que lee. Un lector que no lee es como… qué se yo… una heladera que calienta. Pero ellos trabajan para ese género curiosísimo, bizarro. Entonces pelean contra los medios electrónicos con las armas de los medios electrónicos. Hacen medios gráficos como si fueran televisión o Internet o lo que fuese. Es un error, por supuesto. Y la gente deja de leer. No hay una revista en este momento en la Argentina que se lea. Los diarios bajan su circulación y los medios gráficos están en una crisis como yo no conozco, no había visto nunca. El periodismo gráfico está mal, muy mal. Mundialmente también, pero no tanto. Hay revistas como Gatopardo como Soho como Etiqueta Negra… que les va bien, porque hay gente para eso. Quizás no sean 500 mil personas, pero hay muchas cosas que no son para 500 mil personas…
A mi me parece muy raro, porque en general en América Latina todavía existe esa creencia de que el periodismo argentino es muy bueno. Suelen pensar que es el mejor. Y después se sorprenden cuando vienen acá y no ven un medio donde supuestamente está ese gran periodismo argentino. Seguimos viviendo glorias pasadas.
Muchos de los buenos periodistas creo que están resignados a no tener espacios para trabajar. La crónica no es solo un lujo narrativo, también es una posición política… quiero decir, frente a esta decisión de los grandes medios de actualidad de postular que importa lo que le sucede a la gente que tiene poder, la crónica habla de otro tipo de gente. Para las personas comunes, la única posibilidad de salir en los diarios es un choque de trenes, un crimen pasional o algún que otro accidente. Sin sangre es muy difícil que una persona común salga en los diarios. Los que salen en los diarios son los que tienen poder. Políticos, económicos o del espectáculo: actrices, futbolistas, modelos, etc. Y eso postula una idea muy fuerte del mundo: que lo que importa es lo que le pasa a la gente que tiene poder. Eso es lo que te está diciendo el diario todo el tiempo. Marca agenda y marca una forma de ver el mundo. En cambio la crónica habla de otra gente. Y en ese sentido me parece muy política”.
“Por momentos tengo la sensación de que ya escribí suficientes crónicas. Y en algún momento pensé que esta de El Interior iba a ser como mi última crónica. Que ya está bien, que ya hice lo que tenía que hacer en ese campo. Y que cuando terminara esto iba a terminar con este género. No estoy tan seguro de que lo haga, porque me da un poco de pena, porque después siempre aparece algo que me dan ganas de contar. Sería tonto cerrar una puerta, ¿para qué? Pero un poco tengo esa sensación, como que si sigo haciendo esto voy a empezar a repetirme más de lo que me gustaría”.
Internet
“Es muy interesante navegar sin rumos y azarosamente y terminar leyendo leer cosas que nunca te propusiste leer. Eso me da mucho gusto. Navegar implica como una decisión, con un timón y partida, destino y esa serie de cosas. Pero acá creo que es entrar en una serie de corrientes arremolinadas. Uno se mete en una página y te remite a otro y las conexiones impensadas… no? Eso tiene un problema que es que te crea como una ansiedad por ir yendo un poco más allá que a veces te dificulta quedarte el tiempo necesario para leer cada uno de esos materiales”.
“Me parece que hay muchas cosas para contar y no me decido a dejar de contar algunas de ellas. Por supuesto que hay muchas que no cuento, pero aún así, todas las cosas que están en esos libros me parece que son las indispensables. Tal vez debería tener más capacidad crítica y dejar afuera cosas. Pero cuando empiezo a pensar en el libro, pienso: “bueno, esta vez sí voy a hacer un libro cortito”. Y después termino haciendo estos mamotretos…
“La editorial se lo banca porque como La Voluntad era muy largo y la Editorial Planeta lo rechazó porque era largo y salió publicado en Norma y después se arrepintieron y ahora están como curados de espanto. Además me parece que, como lector, estoy a favor de los libros largos. Es decir, si es un libro bueno, no quiero que se termine nunca. Si es malo y largo es como si fuera largo y corto. Lo dejás y listo. Cuál es la ventaja de que sea corto más allá del problema industrial?
-Bueno, para ellos es una ventaja que sea corto por el problema industrial de impresión…
-Bueno, pero no es mi problema. Ni como escritor, porque quiero decir una cantidad de cosas. Y como lector, porque, justamente, cuando estás interesado, enganchado en un libro, quiero que dure para siempre.