miércoles, 14 de abril de 2010

Proceso de escritura del Proyecto Narrativo

El proyecto que había elegido como trabajo final era una crónica: iría a Santiago del Estero a conocer la lucha de miles de familias campesinas indígenas nucleadas en el MoCaSE (Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero).
El viaje a Santiago llegó y fui con ciento sesenta compañeros más a conocer la experiencia del trabajo en el monte, de la lucha política, de la convivencia con vidas muy ricas y enriquecedoras, tanto la de los campesinos como de quienes me acompañaban.
Durante el transcurso del viaje tomé notas, muchas, sobre todo lo que veía: paisaje, gente, costumbres, frases; me la pasé describiendo todo cuanto veía, tanto de la gente que me hospedó en su casa, como de mis “cumpas” de viaje.
Una vez de vuelta en Buenos Aires, me di cuenta que la experiencia había excedido, realmente y en muchos sentidos, mis expectativas. En principio y a titulo personal, casi biográfico, me impacto la lucha y la convicción de los compañeros campesinos y de muchos que habían ido conmigo desde Buenos Aires, me llené de energía y ganas de militar, que de a poco estoy poniendo en práctica; por otro lado empecé a sentir que el motivo guía por el cual viajé se iba haciendo cada vez más chiquito frente a todo lo que me pasaba, que en una crónica para un trabajo de la facultad, con los tiempos de entrega y las limitaciones que ello implica, no podría plasmar como yo quería la experiencia vivida; por respeto a la gente que conocí, a los días que viví con ellos, a la relación que construimos, y además también por respeto al taller, sentía que debería darle tiempo a esta crónica, dejarla descansar y que cuando la termine sea digna de ser leída y transmita la experiencia en una forma cercana a la que la viví.
Desde la escritura me pasó que eran muchas las notas que había recogido, muchos los temas que quería abordar, y no encontraba la forma de estructurar el texto, de articular la experiencia, las descripciones, los diálogos, de la manera que yo quería, una manera que mostrara la lucha de la gente de Santiago tal como yo la había vivido.
Me pasé días frente a la máquina tratando de unir, casi siempre forzosamente, todas estos pedacitos de relato que tenía; escribía muy pocas cosas nuevas todos los días, y mientras tanto mi frustración iba creciendo a la vez que bajaba el numero de páginas escritas por día.
Entonces empecé a dudar si era el momento y espacio para contar el viaje, era seguro que lo iba a contar en algún momento, me lo debo a mí y a mis compañeros, pero dudaba, y tampoco me animaba a bajarme del proyecto, en parte por la convicción con la que lo había iniciado, en parte por la expectativa que había generado; me sentía un poco presionado, y esto no ayudaba en nada a la escritura; así las cosas, yo me sentaba a escribir y no escribía nada, más bien divagaba.
En estas divagaciones, siempre surgían cosas de ficción, algún que otro cuento.
Un día de esos, en que intentaba escribir y poco y nada salía, llegó por mail el cuento de Ezequiel Chareca, compañero del Taller, con un personaje bastante peculiar; una mujer de setenta años que se había pasado toda su vida sentada en una bañera, un personaje que rayaba la locura.
Eso me llevó a pensar en cuanto me gustan estos personajes borders, estos personajes que viven en otra realidad que no es la que estamos acostumbrados; entonces comencé a pensar en hacer un cuento en torno a un personaje así.
Me fascinan las historias de personajes que son conocidos casi siempre como “marginales”, “raros”, “freaks”, me interesa el universo de aquellas personas que viven fuera del “sistema”, entendiendo por sistema las normas sociales, los mandatos, lo que está bien, lo correcto, etc, etc, etc; también me interesan esas historias en que personajes que sí siguen las recetas que desde todas las instituciones se bajan, y parecen ser perfectos, un día estallan y rompen los límites de su represión en formas violentas, trágicas, tragicómicas.
Con todo esto en la cabeza comencé a pensar historias y como articularlas con los territorios. En este nuevo proyecto de ficción me llamaron la atención los cuentos de Horacio Quiroga (“Los desterrados” y “Los destiladores de naranja”) en el cuadernillo de Misiones. Quiroga siempre me gustó, siempre me gustaron sus formas de cuento clásicas y sus historias, tan “macabras”, tan intensas, tan crudas; tienen algo de lo que hablaba, y estos personajes en particular son así, sobre todo el personaje de “Los destiladores...”, entregado al alcohol, viviendo su propia realidad, cansado de las normas sociales. En estos cuentos los personajes son intensos, llevan sus pasiones, sus pulsiones, al extremo.
Mi cuento iría también por ese camino. Quería contar una historia de un personaje intenso, de alguien cuyas pulsiones lo llevaran al límite, quería personajes guiados por el deseo, arrastrados por y subordinados al deseo, disfrutando y gustando de ese momento en que el objeto de deseo está tan cerca, tan a punto de conseguirse, ese instante en que no se piensa en lo mal que nos vamos a sentir si nuestra búsqueda fracasa, ese deseo que es el viaje desde nuestra incompletud hasta aquello que creemos y deseamos nos complete.
Empecé a pensar que si bien mis personajes están relacionados con los cuentos de Quiroga de Misiones, en realidad tienen más que ver con los Territorios de la Guerra y el Mito; ya que no es un territorio físico, sino uno más bien abstracto, el del deseo. Podría haber ubicado caprichosamente las historias en Misiones; pero los textos me pedían que fueran en Buenos Aires, es la ciudad en que vivo y me pienso en ella, y estos personajes los siento porteños, los veo caminando en la ciudad, podrían ser cualquiera que toma el subte, que camina por Corrientes.
Así comencé a escribir, y salieron dos cuentos que tienen las características que buscaba y que arriba conté. Inicialmente presenté sólo uno, pero ante el pedido de la profesora Claudia de presentar un texto más largo o una historia complementaria creí que lo mejor y más justo sería presentar los dos textos que nacieron de la mano, que se escribieron casi solos un domingo de lluvia y de porteña soledad, con mucho mate y muchos cigarrillos de por medio.
Les hice en el transcurso en que los escribí y los presenté algunas modificaciones a partir de revisiones que hice y de la crítica que quienes los fueron leyendo.
En fin, ahora sólo resta que sean leídos y comentados.

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