miércoles, 14 de abril de 2010

Huesos

Las noches de cementerio son frías, como la muerte pienso, como un cuerpo después de la vida; son solitarias también como la muerte, que es tan de uno tan anónima después del llanto de todos después de los lo sientos. Sin embargo hoy está ella y aún así la noche parece solitaria como las flores después de un tiempo, como las flores marchitas las noches acá parecen secas, aún en Buenos Aires siempre tan húmeda aún con esta lluvia que resbala en mi camisa de sereno y no me moja. Las noches son siempre secas como los cuerpos que piso en círculo una y otra vez todas las noches y que no me importan. A ella la lluvia tampoco le molesta, tampoco a ella la moja y al igual que ayer cava cava y cava.
Ninguno de mis compañeros se dio cuenta esta mañana de que está desenterrando esa tumba, es una que ya nadie visita, tampoco nadie la vigila.
Esa mujer desentierra ese cuerpo y pienso en lo grande de su problema; y me río solo, como loco, y pienso en el mío y por eso la entiendo y no hago nada.
Mi problema es mi mujer, sus compulsiones sexuales irrefrenables, mi problema es que no sé ya que hacer y decido no hacer nada; al principio de nuestra relación quería todo el tiempo sexo, siempre en cualquier lugar, en todo momento; después me engañó con todo hombre que conocía. No le bastó y empezó a pasar noches enteras fumando frente a la computadora, no haciendo más que ser otras y otros en salas de chat; a veces era hombre que buscaba mujeres, a veces era mujer que buscaba hombres, a veces era hombre buscando hombres, a veces era yo.
Todavía no la entiendo, pero la amo y no hago nada y espero, y cada vez se pone peor y ahora más y la noche fría seca de cementerio y hoy no llueve y es el tercer día que miro cómo esta mujer desentierra ese cuerpo ahora huesos y pienso en cuántos problemas tiene y pienso en cuantos problemas tengo yo por mirarla y no hacer nada y amo tanto a mi mujer y toleré todo, pero ahora esto. Ahora esto en mi casa en nuestra habitación esta compulsión que hace que no perciba el dolor en su entrepierna, que no sienta el frío de los huesos que la penetran y que grite el nombre escrito en esa tumba que nadie visita salvo ella y yo no hago nada y la miro desde la cocina y entiendo que siempre lo buscó a él, en mí, en los hombres con los que me engaño, en los otros que se invento y que fue y la miro; confío en que así pueda encontrarlo y olvidarlo.
La miro desde la cocina y lo sabe en la habitación como lo sabía en el cementerio; la miro y ella sólo sigue amando huesos mientras sangra en su entrepierna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario