miércoles, 14 de abril de 2010

Un poemita que hice el año pasado

Niños que toman las cámaras
robadas.
Las imágenes
borradas
de tiempo,
y de silencio.
De las voces
que no luchan
porque no se ven.
No creen ser
porque no se reconocen
en los medios,
en los dueños
de otras cámaras
poderosas,
más grandes,
que no los miran.
Que miran a otros
y sus vidas, y las muestran.
No la de los niños,
no las nuestras.
Pero las repiten como si lo fueran,
tanto
que casi nos olvidamos.
Casi
no luchamos.

Los niños ven imágenes de otros dueños
Y de a poco, sin darse cuenta,
también otros sueños,
ajenos,
los viven y atraviesan.
Los lastiman.
Tanto, que les quitan
el sueño.
La comida.
Hasta que un día
En una foto.
Una que sacaron ellos.
con una reflex
que no es digital,
a veces que ni es reflex,
ven su vida,
al fin su vida.
Y, ahora, sus sonrisas.
Ni importadas,
ni impostadas.
Sus sonrisas
que laten,
reales.

Este poema lo hice cuando el año pasado, en el marco de un taller de fotografía para chicos de comunidades abroígenes del chaco, unos amigos (que coordinaban el espacio) me pidieron que colaborara con palabras. Gustoso lo hice y salió esto.
Este es el link del blog del taller si quieren chusmear el trabajo de los chicos:
http://fontanafoto.blogspot.com/

Evaluación de la cursada

Este año significó para mí un retorno a la carrera, con todo lo que ello implica: miedos, dudas, expectativas, ansiedades.
Fue una vuelta al camino antes abandonado, retomarlo, ahora con más seguridad. A veces es necesario dudar, permitirse el cambio, la lejanía, para después volver con más seguridad, más empuje, más convicción y responsabilidad. Morir, dejar de existir, guardarse, estar ausente, para luego renacer.
Cursar el taller significó cursarlo por segunda vez luego de un fracasado intento en 2004. Esto trajo aparejada mucha ansiedad en torno a cuan bien me podía desempeñar, en una materia, en la que por mis intereses tenía muchas expectativas.

Puedo decir que la cursada me resultó transformadora en muchísimos aspectos, que trascienden incluso las esfera académica (viaje a Santiago de por medio, decisiones laborales tomadas en parte a partir de la cursada, y demases que quizás no viene al caso, pero siento necesario expresar) que es en definitiva lo que uno busca en la universidad: un espacio de pensamiento, de formación, más allá de los límites de los textos y las clases.
Al principio me resultó rara la temática del viaje, sentí que limitaría los trabajos, que sería una cursada muy estructurada. Pero con el correr del tiempo fui entendiendo la metáfora del viaje, como la escritura, como búsqueda, como forma de autoconocimiento.
Aprendí muchísimo de los textos y de la forma y la libertad en que fueron planteados, me conocí en mi estilo de escritura, en los temas que me interesan, en los que no, aprendí ejercicios útiles como tomar notas de lectura y escribir procesos de escritura, que entendí ayudan muchísimo a la producción misma de los textos, a veces a partir de la escritura de un proceso se entiende más el texto, uno clarifica lo que quiere decir, las notas de lectura sirven para explorar y transitar en profundidad los textos, ir y volver hacia y desde ellos.

La autocrítica nunca es fácil pero creo que en mis trabajos en particular se notó una mejora, volver a la práctica de la escritura frecuente hizo que mejorara en muchos aspectos, la fluidez, las formas, los temas, el contenido.
Me reencontré con mi estilo, y la cursada significó conectarme nuevamente con algo que siempre me causó placer, que es la escritura, que significa para mi el espacio de mayor comodidad y autoconocimiento.

Proyecto ensayístico: "Saudade"

Hay temores que me acompañan desde niño. Son esos que enterré en la infancia y un sueño los encuentra llenos de tierra húmeda, una noche de veintitantos años, junto a una canción imposible de tocar en el piano, cerca del dolor de panza antes de un examen de matemática, abajo del vértigo en una tribuna de circo, arriba de la angustia por perderme en una noche de carnaval; siempre, pintados de oscuridad.

Hay temores que viven en la oscuridad y es preciso alumbrarlos.
¿No es acaso vivir un intento de iluminar lo oscuro del mundo? ¿No es la vida un viaje hacia un territorio desconocido en el que nos es dado sólo una lámpara cuyo combustible debemos administrar?

Sin embargo también los mismos sueños alumbran en la oscuridad recuerdos felices, de viajes, de personas, de momentos de intima felicidad; la seguridad de la pollera de mi abuela recorriendo la casa cuando tenía cinco años y medio metro, la capacidad de asombro virgen ante un libro amarillento y desvencijado que cuenta aventuras lejos de la habitación oscura de siesta en que lo leo, el olor a tierra mojada después de la lluvia en el campo; todos ellos recuerdos que antes de la luz, también parecían tener forma de monstruos.

La luz ilumina lo desconocido, lo que existe detrás de la oscuridad.
¿Pero no es de algún modo la luz la que crea lo que alumbra? ¿No existe lo que existe sólo porque lo alumbramos?

El sueño metaforiza nuestra búsqueda incesante de significados, en cierto modo nuestra vida.
¿No somos combustible? ¿No somos pura potencialidad de alumbrar el mundo, cuando leemos y escribimos, cuando viajamos y contamos el viaje?

Cada viaje hacia algún lugar desconocido lo hacemos con pequeños elementos que nos ayudan a echar luz sobre el territorio: un mapa, una brújula, algún consejo de un amigo.
Es a su vez por las historia que oímos que vamos a ese lugar, el mapa señala ese lugar y no otro, lugar anterior a él, pero que por él conocemos y recorremos.

Hace algunos años hice un vaije a Brasil del que sólo me traje un recuerdo, una palabra: saudade.
Fue un intento por atesorar un país que me deslumbró, un intento de traer en esa palabra imágenes, de una playa, una isla, un impulso de condensar en esa palabra gente, formas de ser y de hacer, una música, unos olores, un viaje.

Saudade es una palabra que no tiene equivalente en ningún otro idioma, un tesoro simple y mágico del portugués.
Saudade se puede entender como nostalgia, pero no es la nostalgia. Se puede articular con el verbo extrañar, pero no significa extrañar. Saudade puede parecer en un primer momento estar cercana a la tristeza, pero lejos esta de ser triste el concepto al que refiere.

Saudade es un faro, que alumbra una isla, que habitan únicamente quienes hablan portugués.
Una isla que para otros permanece oscura, un territorio que muchos no transitaron nunca, y si lo hicieron no repararon en él, yendo a oscuras sin linternas a mano.
Es un territorio hecho de la melancolía que provoca el recuerdo de una alegría, es sentir la presencia del otro por su ausencia, es el recuerdo de lo irrepetible que se evoca y así se vive nuevamente.

Saudade es el faro que alumbra.
Saudade es el territorio que existía antes de ser alumbrado.
Saudade es el territorio que existe porque es alumbrado.

Saudade es la luz que alumbra en mis sueños el olor a tierra mojada, viejas lecturas de Verne y un mar abierto entre morros.
El sueño es el mapa por el que transito territorios que existen nuevamente porque los sueño.
El sueño es la analogía diacrónica de la vigilia. Es lo mismo soñarme persiguiendo las piernas de mi abuela que perseguirlas por primera vez a los cinco años; el territorio es el mismo, sólo el mapa es distinto.

Emprendo un viaje hacia esa isla que alumbra ese faro y soy Ulises en busca de Ítaca.
En cada búsqueda de sentido, cada intento de echar luz sobre el mundo, cada libro que leo, soy un viajero que es a la vez todos los viajeros, soy los mil héroes que surgieron luego de las miles de transformaciones que en mi vida arrastraron miles de búsquedas, soy los miles de héroes del mundo que transitaron miles de mundos, soy el mismo héroe de las mil vidas del mundo haciendo el mismo camino.

Sueño nuevos viajes, nuevos territorios, nuevas personas y soy el mismo héroe milenario que está siendo soñado miles de veces, en otros lugares y tiempos.

Sueño y soy soñado, el faro me alumbra y me nombra, y alumbro el mundo con mis palabras.
El faro ilumina mi territorio, así lo conozco, así es.
En sueños soy y en ellos me busco.
En sueños conozco el mundo y... lo atesoro.
.

Proceso de escritura del Proyecto Ensayístico

El ensayo fue un espacio de libertad. Así lo sentí, así lo escribí.
Como todo espacio de libertad no es sencillo transitarlo, construirlo. Requiere valentía y disciplina; hacerse cargo por completo de lo que se hace y se dice, ya que el límite es nuestra capacidad de trabajo, de pensamiento, de vuelo; en fin, una gran responsabilidad.
Escribí muchos borradores del ensayo, con muchos temas diversos y diferentes entre sí. Todos en relación con las imágenes que me evocaron la selección de textos, no por una necesidad de circunscribirme a lo dado, lo seguro, lo que caería bien a la hora de la evaluación; sino porque realmente fueron textos reveladores, sobre todos los textos de Campbell, Piglia, Ginzburg, Güichal, Caparrós, Walsh, todos los ensayos, y la lista podría seguir abarcando casi todos los apuntes.
Entre los borradores escribí algunos sobre los saberes singulares y la necesidad de remitirse a la experiencia particular, influenciado sobre todo por Ginzburg, escribí sobre el turismo influenciado por Caparrós, Tatian y Benjamín.
Finalmente me decidí en base al descubrimiento revelador que tuve durante la cursada: la opacidad del lenguaje.
Intenté hablar de la magia de nombrar, de cómo nombrar es también crear, dar ontología a las cosas, que no están tal cual antes del lenguaje, sino que este las modifica, las trasciende.
Intenté hablar de una palabra en otro idioma: Saudade. Es una palabra que desde que la conocí me maravillo, me enamoró, fue una manera de atesorar un país que me encanta, una forma de traer de Brasil conmigo su gente, su música, sus formas de ser y hacer, su música, su aire, ese viaje en particular.
Quise combinar esto con la magia de los sueños, con lo inexplicable que hay en ellos, con la búsqueda y el autoconocimiento que implican y se me hizo necesario vincular los sueños con el mito; tal como lo hace Campbell.
Finalmente, presento el ensayo con el deseo de que sea grata la lectura y de poder transmitir el placer que me generó hacerlo. Me sentiré satisfecho si logro evocar las imágenes que impulsaron su escritura, si cuando lo lean puedan transitar el territorio que me llevó a escribirlo, viviendo de algún modo mi viaje y evocando las imágenes que en él intenté plasmar.

Segundo Trabajo de argumentación

La mentira del pescador

“Una gran mentira es como un gran pez en tierra; podrá agitarse y dar violentos coletazos, pero no llegará nunca a hacernos daño, no tenemos más que conservar la calma y acabará por morirse.”

La mentira puede ser un pez en tierra que en menor o mayor tiempo morirá asfixiada por el oxígeno sin agua.
Sin embargo antes dará violentos coletazos y sí puede hacer mucho daño.
El camino de la mentira es el más fácil y el más dañino.
Mentir es fácil, sólo hace falta voluntad de tergiversar los hechos a favor intereses particulares, de una clase particular, de un grupo particular.
Y el camino de vuelta también es sencillo, cuando la mentira murió, fue descubierta, y desenmascarada, son incontables los daños que habrá dejado a su paso y será sencillo el camino del olvido. La sociedad olvida porque es, somos, cómplices.
Mirar para otro lado cuando la mentira golpea con violentos coletazos al de al lado hasta herirlo de muerte es fácil, tan fácil como hablar de ella y de cómo vimos que mataba al otro y no pudimos hacer nada.
Como vemos la mentira también se reproduce y una vez muerto, ese pez enorme deja huevos que empiezan a romper en todos lados, en muchas personas.
Devolvamos los peces al río, los grandes y los pequeños; devolvamos la verdad a los cuerpos que el río se cobró por todos los peces que decidieron invadirnos; y que él nos devuelva los cuerpos que no dejarán que pescadores, vestidos de verde odio, los sigan negando, nos sigan mintiendo.
Que se mueran los peces por fin, que aparezcan los cuerpos que sus pescadores usaron de carnada.

Primer trabajo de argumentación

¿La supervivencia del más apto?

Cuando llegué de Entre Ríos para empezar a estudiar, tenía muchas esperanzas puestas en la experiencia universitaria y muy pocos años, apenas diecisiete. Me sentía chico, desbordado quizás por el cambio de ciudad, la lejanía del entorno familiar de mi ciudad chica con su gente, amigos y familia, la responsabilidad de vivir solo.
Sin embargo el primer día de clases logró hacerme sentir aun más pequeño. Bastaron horas para notar las diferencias académicas que tenía con mis compañeros, muchos provenientes de colegios privados, del Nacional Buenos Aires y del Pellegrini.
La brecha era evidente y eso me frustraba.
Conforme fueron avanzando los días y los exámenes me sentí cada vez más seguro, y hacia el final del año, en mayor o menor medida, todos estábamos a un nivel más o menos parejo, diferenciados desde luego cada uno en sus individualidades e intereses particulares.
Fue entonces que entendí la importancia del ingreso irrestricto. Si hubiese tenido que pasar cuando recién llegué por un examen de ingreso, estoy convencido que no estaría estudiando hoy en la universidad. Las diferencias eran enormes con mis compañeros, que ostentaban un background cultural que superaba en años luz el que la escuela pública me había dado en Gualeguay. Por mucho interés que hubiese puesto en estudiar hubiese tenido delante de mí cientos de postulantes que me sacarían cabezas de ventaja.
Este es el motivo por el cual estoy en contra del examen de ingreso; porque es iluso pensar que partimos de iguales condiciones, porque es hegemónico apelar a las capacidades naturales de las personas; nada es natural, salvo nuestra carne y nuestros huesos, el resto son construcciones sociales, incluso el conocimiento y dependen de condiciones anteriores, materiales y económicas.
Por otro lado me parece nefasto pensar en el otro como un competidor en el circuito del conocimiento; la universidad no es un espacio funcional al mercado, no debería serlo al menos, y no debería guiarse por la lógica de la ganancia, de la reducción de costos.
Debe ser un espacio de debate, de pensamiento, de reflexión, de aprendizaje.
Estoy orgulloso de haber cursado y seguir cursando con compañeros de estudio y reflexión, y no con contrincantes; de ver al otro como un compañero de debate, comparta o no mis argumentos, y no como un enemigo a quien vencer en la carrera hacia el éxito.
Estoy orgulloso de poder estar escribiendo este texto porque existe el espacio de la libre reflexión, que no está condicionado por la mano peligrosamente invisible y parcial del mercado.
Por esto confío en que este espacio siga existiendo, confío que tanto alumnos como docentes seguiremos defendiendo el lugar que tanto tiempo de luchas y tantas vidas nos costó y en que este sea el primero de tantos textos que escriba; la piedra fundamental de mi pequeña contribución a la construcción de un espacio fuerte y transparente de pensamiento y libertad.

Notas de lectura sobre las fiuguras de viajeros

Figuras de viajeros que llamaron mi atención

Elegí de todos las palabras del texto las que llamaron mi atención, aquellas en que puse mi interés, pensando en articularlas con lo que será el tema del trabajo final del ensayo.

Aventurado:
Algo aventurado parece ser algo que motiva el viaje, un quiebre, una frontera, un umbral.
Si algo es riesgoso, algo se puede perder e inevitablemente algo también se gana. Ese concepto me resulta, en sí ,transformador.
Algo cambiará entonces si hacemos algo aventurado.
Aventurarse es buscar. Buscar es viajar hacia lo nuevo.

Flâneur:
Según Balzac, es el artista que vaga y divaga.
Vagar para divagar y luego contar, escribir.
Es un ejercicio, creo, necesario de quien quiere escribir.
El viajar y andar sin propósito nos obliga a pensar en los propósitos, reflexionar.

Héroe:
Figura necesaria de todo viaje.
De todo viaje que se precie nace un héroe.
El viaje que transforma lo dado, que desnaturaliza, que nos obliga al cambio, que nos pone a prueba, nos transforma y nos hace héroes.
En todo viaje no hay nada seguro más que lo desconocido: ¿la muerte?, y la probabilidad de nacer en otro.

Vagar:
“Andar por distintos sitios buscando algo que no se encuentra.”
Esta palabra y la definición dada me parecen muy sugerentes, me remiten a imágenes que articulan con las que me producen las otras palabras que elegí.

Notas de lectura sobre Ginzburg

El milenario arte de descifrar signos

El autor y su obra

Carlo Ginzburg es un historiador italiano nacido en Turín en 1939.
Su figura es un pilar de la corriente conocida como microhistoria, que puede ser explicada como la revisión de personajes, hechos y acontecimientos que para las principales corrientes del estudio de la historia pasaron inadvertidas; esa es la tarea que emprende en su libro más conocido El queso y los gusanos; en él Ginzburg reconstruye la vida de Menocchio, un molinero de la edad media, del cual se tienen noticias gracias a las actas del proceso de la inquisición , que lo persiguió por sus ideas contrarias a la religión acerca de la religión en sí y del origen del mundo.

El ensayo que leí y sobre el que esbozo algunas notas de lectura se llama “Señales. Raíces de un paradigma indiciario” y forma parte de su libro Mitos, emblemas e indicios: morfología e historia.

El viaje, dice Celia Güichal en Una metáfora viva, puede ser parangonado a saberes de tipo indiciarios.
El viaje está sujeto a la experiencia individual y esta experiencia es imposible de ser formalizada tal como lo requiere la ciencia galileana. El viaje está circunscrito a lo particular; al igual que la escritura. Son ambos irreductibles a una formalización.
Este saber indiciario deja entrever el gesto “tal vez más antiguo de la historia intelectual del género humano, el del cazador agazapado en el fango que escruta las huellas de la presa.”

Ginzburg en su ensayo despliega y nos muestra a través de la historia los lados y dobleces del tapiz de un paradigma científico y cultural que estuvo presente desde los inicios de la cultura y desde los primeros intentos de conocimiento científico.
Nos da numerosos ejemplos de cómo este paradigma indiciario está presente tanto en la teoría del psicoanálisis, como en el estudio de la historia de arte del crítico italiano Giovanni Morelli y hasta en los relatos de Arthur Conan Doyle. En los tres casos hay operando un paradigma de conocimiento relacionado con la sintomatología médica: a partir de pistas, huellas, síntomas; busco y encuentro la “cosa en sí”, ya sea la enfermedad, la personalidad particular, el genio creador o la resolución del caso.
Este paradigma retomado en estos tres casos hacia finales del siglo XIX es mucho anterior, incluso anterior a la medicina; de hecho ésta es sólo una de las herederas de este paradigma que encuentra sus raíces en los cazadores primitivos, los primeros que vieron signos en las huellas sobre el fango, los primeros forzados a descifrar algo a partir de las huellas que ese algo dejó.
Este cazador leyendo signos constituyó el primer intento de búsqueda de conocimiento, el primer intento de pretensión científica, de lectura de una realidad desconocida e inalcanzable a partir de sus signos materiales.
De ese primer gesto del cazador primitivo son herederos la narración, las prácticas adivinatorias, la medicina, la teoría del psicoanálisis e innumerables ejemplos, más allá de los cuales el texto nos alerta en un momento de epifanía sobre el hecho de que este gesto indiciario es casi el primer impulso cognoscitivo de todo ser humano desde hace siglos: estamos signados por la necesidad del descifrar, necesitamos de los signos y es sólo a través de ellos que logramos acceder a una realidad que siempre supimos inasible.

Desde lo personal este texto me pareció muy interesante, lo relacioné inmediatamente con la teoría semiótica, y creo que da mucho para hablar y pensar; desde ya que sería interesante trabajarlo en el ensayo.

Anexo a Crónica cultural III

Buffalo ´66/The Brown Bunny/Quadrophenia: Pernoctar en el Malba

Frío de junio en buenos aires y tomo el 102 en la plaza de Constitución.
Me voy a bajar en Figueroa Alcorta al 3400: Malba.
La ocasión es ver en cine los dos únicos largos que hizo hasta ahora Vincent Gallo, y escucharlo a él hablar un poco al respecto.
Personaje peculiar Vincent: actor, músico, director de cine y siempre, ante todo, personaje.
Si lo googleamos nos enteramos de que es hijo de inmigrantes sicilianos, que vivió en Búfalo hasta los dieciséis años cuando el padre lo echó de la casa, que en ese momento se mudó a Nueva York y que ahí fue pintor, rapero, bajista en una banda, modelo publicitario de Calvin Klein, actor, corredor de motos y gigoló.
Yo lo conocí en mi adolescencia, aburrido, viendo algún canal de cable, cuando me encontré con Buffalo ’66 -su primer largo, de 1998- y me quedé colgadísimo con esa historia freak, con esos personajes freak y con ese cine que se olía ya en el primer fotograma bien independientón.
Su segundo largometraje, “The Brown Bunny” -de 2004- acá no llegó al cine, ni a los video/dvdclubes. Así que será mi primera visión de dicho film.
Hoy Gallo las va a presentar a las dos y a charlar un poco al respecto.
Sigo el viaje y me da un poco de miedo no conseguir entradas, miro el reloj: 14.30: nah llegó re bien.
Error: entro rápido al Malba a las 15:00 y hago la correspondiente cola:
- Una entrada para lo de Vincent Gallo
- ...-cara de póker del vendedor.
- Para lo de Gallo- repito
- Se agotaron hace dos días- con cara de superado-, por eso pusimos el cartel
- Me doy vuelta, leo “entradas agotadas” en un cartel enorme de letras rojas en la puerta, lo miro al flaco con bronca y me alejo puteándolo a él, a Gallo y a Constantini.
Un pibe cool con gorrita jujeña que dembula por ahí se ríe “garrón”: a él también le había pasado lo mismo. Hablamos un toque sobre la mala suerte que tenemos y nos quedamos ahí afuera dando vueltas, “de alguna forma hay que entrar” nos decimos.
Yo mientras tanto voy y saco las entradas para Quadrophenia que la dan a las 22:00: mi idea es pernoctar.
Haciendo la cola una chica me pregunta si acá se sacan las entradas para lo de Gallo, yo soy el encargado de darle la mala noticia, y la chica también es positiva “nahh, bueh igual alguna tenemos que conseguir”.
Después de una rato somos muchos los que no nos resignamos a irnos, yo por las dudas llamo a una amiga que vive cerca para que se venga, de última damos una vuelta por el museo, una vez más.
El pibe de la gorrita y yo mientras tanto nos divertimos viendo como se repite la escena: chicos emocionados que llegan corriendo y se encuentran con el cartel: “la puta...”.
El Malba está ahora lleno y casi todos en la misma, todos muy cool, mucha gorrita de lana como la de mi nuevo amigo, mucha chica con medias de colores como la de la cola, muchos anteojos de marco negro ancho, mucho chupin, todo muy Malba.
Y aunque los Malba boys no conocen siquiera a Gallo se emocionan de todos modos: “ahí está, ahí está” se susurran.
A esta altura de los acontecimientos, Gallo había entrado al Malba detrás mío y desde entonces está dando vueltas en la entrada hablando con la gente y sacándose fotos con tipos que ni saben quién es.
Es que en realidad este personaje que se pasea de botas blancas en punta, con una tapado hasta las rodillas y con un look de homeless muy prolijo un poco inquietante está de moda entre los argentinos desde que llegó hace un tiempo a Buenos Aires para filmar Tetro, la nueva que a Coppola se le ocurrió a filmar acá, en la que están también Maribel Verdú, Javier Bardem y Leticia Brédice (¿?).
Ahora a nosotros se nos suma un amigo del pibe de gorrita jujeña, estudiante de cine igual que él, y seguimos puteando por lo de las entradas, mientras me cuentan que el de gorrita es de Uruguay y el amigo de Colombia y hablamos de cine, y de escuelas de cine y de Lucrecia Martel.
En eso, llega una chica del Malba y se acerca aun grupo que esta al lado nuestro -entre las que estaba la chica de medias color violeta y tapado rojo a la que yo le había dado al mala noticia- y les da de la nada entradas para todas, con los pibes nos miramos y la seguimos y nos escupe un “no tengo más chicos”: “no se nos da ninguna” y seguimos puteando.
Ya son las 16.00 y nos empezábamos a resignar cuando sale la chica del Malba y nos dice “ ¿ustedes querían entradas?”: le sacamos tres para nosotros y una para mi amiga que estaba llegando.
Las entradas eran solo para Buffalo ´66, pero está bien igual.
Vemos la película y salimos.
Nos quedamos con mi amiga afuera, sin entradas todavía para la segunda, pero yo sé que de algún modo voy a entrar. En eso escucho a tres personas hablar de que les sobran entradas, me acerco y a los quince minutos estamos viendo The Brown Bunny, “no tenés cara” me dice mi amiga.
Vemos la peli, y yo quiero entrar a la charla, que requiere entradas aparte, me queso solo y salgo afuera a la caza de mi lugar en la sala, pero me encuentro en la cola con amigos que sí tienen entradas y me cuelgo hablando, así que la charla no la voy a poder ver.
Cierran la puerta y me cago de frío esperando que se hagan las 22 para Quadrophenia.
A las 21:45 llega Lucho, un amigo con el que voy a ver la peli y nos dicen que por la charla va empezar recién a las 22:30, aprovechamos y salen sanguches en una estación servicio.
Cuando llegamos 22:30, nos encontramos con los Malba boys asediando a Gallo, que firma autógrafos, charla y se saca fotos con todos. Nosotros pensamos que todavía no se puede entrar, cuando nos damos cuenta que la peli ya había empezado.
Entramos corriendo.
Recién a las 12.30 vuelvo a casa, después de un día en el Malba.





Buffalo ‘66

Un tipo, Gallo, sale de la cárcel y quiere ir al baño.
Así empieza Bufalo 66, y sigue por lo menos veinte minutos más con este tipo buscando un baño: quiere entrar al de la cárcel y no lo dejan, toma un colectivo a la ciudad y están cerrados los baños de la terminal, va a un café y está cerrado también, va a un baldío y una mujer viene a sacar el auto que estaba estacionado ahí, llega a un club donde hay una clase de tap, ahí encuentra por fin un baño, pero cuando está a punto por fin, llega un flaco trasvestido y se lo mira, al tipo le molesta y se saca y lo golpea y “ahora no puedo” dice.
La pelicula se mueve en torno a situaciones violentas, entre incómodas y graciosas que muestran a un personaje que convive con la violencia naturalizada como parte de su indetidad.

The Brown Bunny

The Brown Bunny también muestra violencia, pero vista desde un prisma de melancolía, como quien ve con horror, pero con el filtro del tiempo una foto dolorosa.
Gallo, el protagonista nuevamente, es un corredor de motos que sale del circuito donde fue su última carrera y viaja hacia California donde será la próxima.
Durante el viaje nos damos cuenta que en aquella ciudad no solo está el circuito donde corre al día siguiente, sino también la casa que tenía con su ex, Daisy (Cloe Savigny).
Va a la casa.golpea y le deja una nota. Sin embargo, sabe que no está y que no va a volver. Todo esto con la música de J C Frank de fondo (por ejemplo la hermosa Milk and Honey).
Ahora bien, aunque ustedes se imaginene un melodrama a partir de los datos de arriba la pelicula es, sin embargo, minimalista: justa en lo estilistico y en el registro de los actores y como transparente, silenciosa, al igual que la procesión interna del personaje, que se nos muestra, paradojicámente, con la actuación criptica de Gallo.

Caparrós entrevista (Ayuda para el género de la crónica)

Caparrós
Esta es la primera de tres entregas de una larga entrevista al escritor, historiador y periodista Martín Caparrós, considerado uno de los mejores cronistas del mundo. Fue en su casa durante una mañana primaveral, a fines de septiembre, entre jugo de naranja, cigarrillos y, por supuesto, Caparrós vestido de negro.
Nos juntamos a charlar con la excusa de su libro El Interior, que en ese momento acababa de salir. Pero terminamos hablando de blogs. Antes pasamos por la crisis actual del periodismo gráfico, los sueños setentistas y los de ahora, algo de literatura, su libro, sus años en Francia cuando estudiaba historia en La Sorbona, las crónicas y el mito del periodismo argentino, la euforia en la vuelta de la democracia…
Los párrafos serán puestos casi sin preguntas y en orden de temas. Hoy, Caparrós hablará del lenguaje y su método para trabajar los textos.
“Trabajo con un grabador. Cuando escribía crónicas solía ir escribiendo en una libretita, y en un momento descubrí que llamaba mucho la atención si me paraba en una esquina y anotaba. Y que ahora llama mucho menos la atención un tipo que habla solo por la calle que uno que anota. Entonces voy grabando. Pero grabo casi el texto final, no es que tomo notas. Escribo oralmente.
-Como Borges, que como no podía escribir, dictaba
-Salvando las inmensas distancias. Él lo hacía porque era ciego… quizás yo también, andá a saber”.
“En general no escribía en la computadora. Usaba el grabador. Hay un trabajo muy fuerte de edición. Crea una forma de escritura extraña… una escritura en el lugar y en general la escritura es posterior a lo que uno está viendo. Y es curiosa esa manera de trabajar. Escribir in situ, digamos”.
“La mayor parte de los testimonios son grabados porque sino me hubiese sido difícil reproducir el habla con ciertos detalles y me parece muy importante. Editar lo que alguien dice me parece siniestro y es una costumbre muy propia del periodismo argentino. Y yo nunca entiendo porqué lo hacen. A mí me pasó muchas veces que me encuentro, me veo en publicaciones diciendo palabras que yo sé que no digo. Yo sé las palabras que elijo. Sé si voy a decir hospital o nosocomio. Y sin embargo a veces me veo diciendo palabras como nosocomio. Y me parece curioso porque yo creo que los periodistas deberían entender que las palabras que uno dice me parecen tan importantes como las supuestas ideas que uno trata de transmitir con estas palabras. Sin embargo los periodistas se creen libres de poner cualquier palabra en boca de cualquiera; de traducir lo que alguien dice a un lenguaje supuestamente… mejor ¿será? Me impresionó mucho. Es como si en una foto a mí me pusieras pelo rubio, ¿no? ¿Por qué?”
“El grabador muchas veces lo llevaba en el bolsillo de la camisa, fundamentalmente para que no interfiera en las charlas, no con el objetivo de engañar a nadie. Lo curioso es que los periodistas le cambian las palabras a la gente cuando las transcriben pero después mucha gente, cuando habla con un periodista, trata de hablar en ese lenguaje que los periodistas le inventan a la gente. Entonces ahí te cierra el círculo. ¿No viste que en la televisión cuando le preguntan a cualquiera por la calle sobre un delito, la gente habla como la policía? Es un delirio”.
Ahora Caparrós habla de El Interior, su último libro de crónicas que escribió durante sus viajes por las provincias argentinas. También, analiza un poco el país que tenemos.
“Hace mucho que intento de distintas maneras de contar la Argentina, de esta manera. Y esta era la manera la más obvia, la más apropiada, la más directa de saber qué es la argentina: agarrar un coche y empezar a recorrerla. Tener mucho tiempo para escuchar, para mirar, para recordar, para pensar”.
“Empecé en el 2004 y viajé durante 2005. Tenía un plan muy general, arrancar para el norte y el litorial y subir por el río Uruguay y bajar por el Paraná, pero los detalles se iban armando sobre la marcha. Fueron cinco salidas largas, que después terminó en un relato entero. El final del libro es una vuelta a Bs. As. y recuerdo la impresión de que cada vez que volvía era la sorpresa por la magnitud de Buenos Aires. En las provincias hay ciudades grandes que se entra por autopista, lo que sea. Pero cuando llegás acá por la panamericana empezás a ver que todo es mesurado, seis carriles de coches, construcciones, movimiento y ruido. Te das cuenta de la diferencia fuerte de una manera en que por lo general no lo notás estando acá adentro. Era de alguna manera redescubrir esta ciudad. Fue aprender a mirar para después contar lo más difícil, que es la manzana de mi casa. Eso que es tan común, tan habitual… poder mirarlo con los ojos un poco descentrados”.
“Es casi un chiste. Ahora vivo en una casa rodeado de cuatro calles con nombres de provincias. Y me mudé del barrio donde siempre viví, en el mismo momento que salía el libro. Casualidad curiosa”.
“Es difícil sintetizar qué es el interior. Para empezar es algo muy distinto de lo que solemos pensar los porteños cuando imaginamos el interior del gaucho en su caballito, el coya o el hachero misionero, etc. El 80 por ciento de la población del interior vive en ciudades.
Me acordaba de alguien de Resistencia en Chaco, en un aviso en el diario una persona pedía alguien del interior para servicio doméstico. Pero del interior de la provincia! Siempre hay un interior”.
“Cambios hubo por todos lados. En Buenos Aires también en los últimos veinte años. A mi me llamó la atención también. Traté de armar las variables socioeconómicas del interior si fuera un país y resultó que el PB poer cápita no era tanto menos que el de bs as. Yo en principio hubiera pensado que sí lo era, pero no. Y esto es porque la pobreza es cada vez mayor en el gran Buenos Aires y nos vamos para abajo cada vez más, no? Y además se solía pensar que Buenos Aires era el centro de la argentina y el espacio más moderno y de avanzada social y culturalmente que marcaba el rumbo del resto del país. Y por momentos ahora me pregunto si no es al revés. Aquello que solían ser las características del interior, son las que ahora están entre nosotros aquí”.
“Sería bueno saber hacia dónde vamos, como país. El hecho de que la Argentina pasó de un proyecto industrial a retomar su viejo rumbo agro exportador… eso hace que ciertas regiones del interior hayan tomado un peso mucho más fuerte en nuestro país. La zona sojera por ejemplo, tiene mucho más poder hoy en la argentina que hace 20 años y eso hace que ciertos sectores de la argentina tengan más poder que antes. Hay unos cambios raros, ¿no? Todavía no se manifiestan muy claramente”.
Caparrós se motiva hablando casi de cualquier cosa, pero mucho más si se trata de los medios. Por eso no ahorra crudeza para hablar de la crisis del periodismo gráfico, el género de la crónica y su importancia política, Internet y la revindicación de los libros largos. Esta es la tercera y última entrega de la entrevista a Martín Caparrós. Pero quedó material afuera y habrá un bonus track. Estén atentos.
“Suelo decir que a mí me sorprende que los editores de los medios gráficos argentinos trabajan para una especie que ellos han inventado que es muy paradojal y contradictoria, que es un lector que no lee. Ellos creen que los lectores no leen. Entonces, si un lector no lee, ¿qué carajo es? Porque un lector se define por ser alguien que lee. Un lector que no lee es como… qué se yo… una heladera que calienta. Pero ellos trabajan para ese género curiosísimo, bizarro. Entonces pelean contra los medios electrónicos con las armas de los medios electrónicos. Hacen medios gráficos como si fueran televisión o Internet o lo que fuese. Es un error, por supuesto. Y la gente deja de leer. No hay una revista en este momento en la Argentina que se lea. Los diarios bajan su circulación y los medios gráficos están en una crisis como yo no conozco, no había visto nunca. El periodismo gráfico está mal, muy mal. Mundialmente también, pero no tanto. Hay revistas como Gatopardo como Soho como Etiqueta Negra… que les va bien, porque hay gente para eso. Quizás no sean 500 mil personas, pero hay muchas cosas que no son para 500 mil personas…
A mi me parece muy raro, porque en general en América Latina todavía existe esa creencia de que el periodismo argentino es muy bueno. Suelen pensar que es el mejor. Y después se sorprenden cuando vienen acá y no ven un medio donde supuestamente está ese gran periodismo argentino. Seguimos viviendo glorias pasadas.
Muchos de los buenos periodistas creo que están resignados a no tener espacios para trabajar. La crónica no es solo un lujo narrativo, también es una posición política… quiero decir, frente a esta decisión de los grandes medios de actualidad de postular que importa lo que le sucede a la gente que tiene poder, la crónica habla de otro tipo de gente. Para las personas comunes, la única posibilidad de salir en los diarios es un choque de trenes, un crimen pasional o algún que otro accidente. Sin sangre es muy difícil que una persona común salga en los diarios. Los que salen en los diarios son los que tienen poder. Políticos, económicos o del espectáculo: actrices, futbolistas, modelos, etc. Y eso postula una idea muy fuerte del mundo: que lo que importa es lo que le pasa a la gente que tiene poder. Eso es lo que te está diciendo el diario todo el tiempo. Marca agenda y marca una forma de ver el mundo. En cambio la crónica habla de otra gente. Y en ese sentido me parece muy política”.
“Por momentos tengo la sensación de que ya escribí suficientes crónicas. Y en algún momento pensé que esta de El Interior iba a ser como mi última crónica. Que ya está bien, que ya hice lo que tenía que hacer en ese campo. Y que cuando terminara esto iba a terminar con este género. No estoy tan seguro de que lo haga, porque me da un poco de pena, porque después siempre aparece algo que me dan ganas de contar. Sería tonto cerrar una puerta, ¿para qué? Pero un poco tengo esa sensación, como que si sigo haciendo esto voy a empezar a repetirme más de lo que me gustaría”.
Internet
“Es muy interesante navegar sin rumos y azarosamente y terminar leyendo leer cosas que nunca te propusiste leer. Eso me da mucho gusto. Navegar implica como una decisión, con un timón y partida, destino y esa serie de cosas. Pero acá creo que es entrar en una serie de corrientes arremolinadas. Uno se mete en una página y te remite a otro y las conexiones impensadas… no? Eso tiene un problema que es que te crea como una ansiedad por ir yendo un poco más allá que a veces te dificulta quedarte el tiempo necesario para leer cada uno de esos materiales”.
“Me parece que hay muchas cosas para contar y no me decido a dejar de contar algunas de ellas. Por supuesto que hay muchas que no cuento, pero aún así, todas las cosas que están en esos libros me parece que son las indispensables. Tal vez debería tener más capacidad crítica y dejar afuera cosas. Pero cuando empiezo a pensar en el libro, pienso: “bueno, esta vez sí voy a hacer un libro cortito”. Y después termino haciendo estos mamotretos…
“La editorial se lo banca porque como La Voluntad era muy largo y la Editorial Planeta lo rechazó porque era largo y salió publicado en Norma y después se arrepintieron y ahora están como curados de espanto. Además me parece que, como lector, estoy a favor de los libros largos. Es decir, si es un libro bueno, no quiero que se termine nunca. Si es malo y largo es como si fuera largo y corto. Lo dejás y listo. Cuál es la ventaja de que sea corto más allá del problema industrial?
-Bueno, para ellos es una ventaja que sea corto por el problema industrial de impresión…
-Bueno, pero no es mi problema. Ni como escritor, porque quiero decir una cantidad de cosas. Y como lector, porque, justamente, cuando estás interesado, enganchado en un libro, quiero que dure para siempre.

Huesos

Las noches de cementerio son frías, como la muerte pienso, como un cuerpo después de la vida; son solitarias también como la muerte, que es tan de uno tan anónima después del llanto de todos después de los lo sientos. Sin embargo hoy está ella y aún así la noche parece solitaria como las flores después de un tiempo, como las flores marchitas las noches acá parecen secas, aún en Buenos Aires siempre tan húmeda aún con esta lluvia que resbala en mi camisa de sereno y no me moja. Las noches son siempre secas como los cuerpos que piso en círculo una y otra vez todas las noches y que no me importan. A ella la lluvia tampoco le molesta, tampoco a ella la moja y al igual que ayer cava cava y cava.
Ninguno de mis compañeros se dio cuenta esta mañana de que está desenterrando esa tumba, es una que ya nadie visita, tampoco nadie la vigila.
Esa mujer desentierra ese cuerpo y pienso en lo grande de su problema; y me río solo, como loco, y pienso en el mío y por eso la entiendo y no hago nada.
Mi problema es mi mujer, sus compulsiones sexuales irrefrenables, mi problema es que no sé ya que hacer y decido no hacer nada; al principio de nuestra relación quería todo el tiempo sexo, siempre en cualquier lugar, en todo momento; después me engañó con todo hombre que conocía. No le bastó y empezó a pasar noches enteras fumando frente a la computadora, no haciendo más que ser otras y otros en salas de chat; a veces era hombre que buscaba mujeres, a veces era mujer que buscaba hombres, a veces era hombre buscando hombres, a veces era yo.
Todavía no la entiendo, pero la amo y no hago nada y espero, y cada vez se pone peor y ahora más y la noche fría seca de cementerio y hoy no llueve y es el tercer día que miro cómo esta mujer desentierra ese cuerpo ahora huesos y pienso en cuántos problemas tiene y pienso en cuantos problemas tengo yo por mirarla y no hacer nada y amo tanto a mi mujer y toleré todo, pero ahora esto. Ahora esto en mi casa en nuestra habitación esta compulsión que hace que no perciba el dolor en su entrepierna, que no sienta el frío de los huesos que la penetran y que grite el nombre escrito en esa tumba que nadie visita salvo ella y yo no hago nada y la miro desde la cocina y entiendo que siempre lo buscó a él, en mí, en los hombres con los que me engaño, en los otros que se invento y que fue y la miro; confío en que así pueda encontrarlo y olvidarlo.
La miro desde la cocina y lo sabe en la habitación como lo sabía en el cementerio; la miro y ella sólo sigue amando huesos mientras sangra en su entrepierna.

Princesa

A veces Carlos es princesa pero sobre todo a mitad de la noche, digamos a la cuatro. La casa está en silencio y en silencio es princesa. El baño está limpio Sandra y su obsesión con la limpieza limpio. No hay ruidos todo está callado no puedo gritar gemir porque Sandra escucharía callado. Sólo hay olor a desinfectante pero imagino el olor de su entrepierna desinfectante. Lo imagino macho morocho alto grandote macho, todo está perfecto limpio y seco salvo mi mano ahora mojada porque ay ay ay como princesa ay ay ay perfecto.
A veces Carlos es princesa pero casi siempre se levanta temprano y Sandra está al lado. La besa, pero ella no lo mira y sigue durmiendo porque no trabaja. Desayuna, piensa en la oficina y se olvida que a veces se levanta a mitad de la noche. Agarra el portafolio y va al cuarto de su hija de seis años, la besa y siente culpa porque juega igual que ella.
Maneja y la ciudad y los autos, putea y no es princesa. Pero, ese canillita tan morocho tan joven tan sonrisa dulce.
A veces llega a la oficina y como siempre ese chico nuevo tan lindo nunca tendría que haberlo tomado nuevo y es tan princesa.
Una vez un lunes el chico le sonríe y Carlos se siente más princesa que nunca. Ycomo otras veces solo en su baño limpio ahora está con él. Y aprovecha al mediodía cuando no hay nadie y el chico nuevo le trae un informe sobre los números del trimestre en las ventas de la región. Y Carlos se olvida porque esas no son cosas de princesa y lo mira y el chico no aunque sienta esa mano suave que lo roza en su entrepierna y entonces salte y mire a Carlos y se vea que no entiende a algunas princesas y Carlos se disculpe con una disculpa perdón pensé cabeza gacha disculpa.
Una vez Carlos pasa las horas que restan del día en su oficina y no baja a comer. Sale a la seis despavorido huyendo y la mirada del chico nuevo y maneja, hasta su casa con tristeza princesa triste princesa humillada tristeza. No ve ningún canillita..
A veces Carlos llega a su casa cuando no hay nadie, digamos a las ocho Sandra está con la nena en danza porque es miércoles o lunes ocho. Y corre desesperado al cajón de Sandra y busca una bombacha una roja o blanca o rosa princesa. A veces se la pone y se mira al espejo y sueña, con el chico nuevo porqué lo tomé nunca tendría que pero es tan lindo y esa sonrisa ojalá algún día la entrepierna esa entrepierna le queda tan bien ese traje ay ay ay nuevo. Y mira alrededor de la habitación ordenada tan perfecto el espejo la alfombra el cubrecama todo limpio salvo mi mano sucia ahora ordenada.
A veces llega a su casa y es princesa y siente culpa.
A veces, digamos que siempre los lunes, digamos que a veces los miércoles, Sandra llega a su casa con su hijita de danza. Carlos es mejor marido que nunca y encuentra el cajón del placard siempre revuelto. A veces duda y a veces sabe y prefiere no saber.
Una vez Carlos llega a su casa un lunes desesperado como siempre o más y busca el cajón de Sandra y agarra una bombacha y no llega a ponérsela y en el espejo ve como siempre una princesa pero ahora llora llanto bombacha en las rodillas llanto.
Una vez un lunes Sandra llega con su hijita y grita fuerte Carlos fuerte Carlos estás fuerte ya llegamos y entra al cuarto y llora una sola lágrima como la que tiene la princesa con bombacha rosa hasta las rodillas y silencio hijita no veas le pone la cabeza junto a su pierna ni bien la hijita entra al cuarto que le pasó a papá silencio y mira alrededor todo tan ordenado limpié hoy hasta Carlos con mi bombacha lo sabía en la rodilla parece combinar con los muebles ordenado, salvo las pastillas todas desperdigadas en la cama y en el piso y en el mueble el frasco nada parece alterar el orden de hoy a la mañana, ni siquiera la princesa sobre mi cama con mi bombacha en las rodillas.

Proceso de escritura del Proyecto Narrativo

El proyecto que había elegido como trabajo final era una crónica: iría a Santiago del Estero a conocer la lucha de miles de familias campesinas indígenas nucleadas en el MoCaSE (Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero).
El viaje a Santiago llegó y fui con ciento sesenta compañeros más a conocer la experiencia del trabajo en el monte, de la lucha política, de la convivencia con vidas muy ricas y enriquecedoras, tanto la de los campesinos como de quienes me acompañaban.
Durante el transcurso del viaje tomé notas, muchas, sobre todo lo que veía: paisaje, gente, costumbres, frases; me la pasé describiendo todo cuanto veía, tanto de la gente que me hospedó en su casa, como de mis “cumpas” de viaje.
Una vez de vuelta en Buenos Aires, me di cuenta que la experiencia había excedido, realmente y en muchos sentidos, mis expectativas. En principio y a titulo personal, casi biográfico, me impacto la lucha y la convicción de los compañeros campesinos y de muchos que habían ido conmigo desde Buenos Aires, me llené de energía y ganas de militar, que de a poco estoy poniendo en práctica; por otro lado empecé a sentir que el motivo guía por el cual viajé se iba haciendo cada vez más chiquito frente a todo lo que me pasaba, que en una crónica para un trabajo de la facultad, con los tiempos de entrega y las limitaciones que ello implica, no podría plasmar como yo quería la experiencia vivida; por respeto a la gente que conocí, a los días que viví con ellos, a la relación que construimos, y además también por respeto al taller, sentía que debería darle tiempo a esta crónica, dejarla descansar y que cuando la termine sea digna de ser leída y transmita la experiencia en una forma cercana a la que la viví.
Desde la escritura me pasó que eran muchas las notas que había recogido, muchos los temas que quería abordar, y no encontraba la forma de estructurar el texto, de articular la experiencia, las descripciones, los diálogos, de la manera que yo quería, una manera que mostrara la lucha de la gente de Santiago tal como yo la había vivido.
Me pasé días frente a la máquina tratando de unir, casi siempre forzosamente, todas estos pedacitos de relato que tenía; escribía muy pocas cosas nuevas todos los días, y mientras tanto mi frustración iba creciendo a la vez que bajaba el numero de páginas escritas por día.
Entonces empecé a dudar si era el momento y espacio para contar el viaje, era seguro que lo iba a contar en algún momento, me lo debo a mí y a mis compañeros, pero dudaba, y tampoco me animaba a bajarme del proyecto, en parte por la convicción con la que lo había iniciado, en parte por la expectativa que había generado; me sentía un poco presionado, y esto no ayudaba en nada a la escritura; así las cosas, yo me sentaba a escribir y no escribía nada, más bien divagaba.
En estas divagaciones, siempre surgían cosas de ficción, algún que otro cuento.
Un día de esos, en que intentaba escribir y poco y nada salía, llegó por mail el cuento de Ezequiel Chareca, compañero del Taller, con un personaje bastante peculiar; una mujer de setenta años que se había pasado toda su vida sentada en una bañera, un personaje que rayaba la locura.
Eso me llevó a pensar en cuanto me gustan estos personajes borders, estos personajes que viven en otra realidad que no es la que estamos acostumbrados; entonces comencé a pensar en hacer un cuento en torno a un personaje así.
Me fascinan las historias de personajes que son conocidos casi siempre como “marginales”, “raros”, “freaks”, me interesa el universo de aquellas personas que viven fuera del “sistema”, entendiendo por sistema las normas sociales, los mandatos, lo que está bien, lo correcto, etc, etc, etc; también me interesan esas historias en que personajes que sí siguen las recetas que desde todas las instituciones se bajan, y parecen ser perfectos, un día estallan y rompen los límites de su represión en formas violentas, trágicas, tragicómicas.
Con todo esto en la cabeza comencé a pensar historias y como articularlas con los territorios. En este nuevo proyecto de ficción me llamaron la atención los cuentos de Horacio Quiroga (“Los desterrados” y “Los destiladores de naranja”) en el cuadernillo de Misiones. Quiroga siempre me gustó, siempre me gustaron sus formas de cuento clásicas y sus historias, tan “macabras”, tan intensas, tan crudas; tienen algo de lo que hablaba, y estos personajes en particular son así, sobre todo el personaje de “Los destiladores...”, entregado al alcohol, viviendo su propia realidad, cansado de las normas sociales. En estos cuentos los personajes son intensos, llevan sus pasiones, sus pulsiones, al extremo.
Mi cuento iría también por ese camino. Quería contar una historia de un personaje intenso, de alguien cuyas pulsiones lo llevaran al límite, quería personajes guiados por el deseo, arrastrados por y subordinados al deseo, disfrutando y gustando de ese momento en que el objeto de deseo está tan cerca, tan a punto de conseguirse, ese instante en que no se piensa en lo mal que nos vamos a sentir si nuestra búsqueda fracasa, ese deseo que es el viaje desde nuestra incompletud hasta aquello que creemos y deseamos nos complete.
Empecé a pensar que si bien mis personajes están relacionados con los cuentos de Quiroga de Misiones, en realidad tienen más que ver con los Territorios de la Guerra y el Mito; ya que no es un territorio físico, sino uno más bien abstracto, el del deseo. Podría haber ubicado caprichosamente las historias en Misiones; pero los textos me pedían que fueran en Buenos Aires, es la ciudad en que vivo y me pienso en ella, y estos personajes los siento porteños, los veo caminando en la ciudad, podrían ser cualquiera que toma el subte, que camina por Corrientes.
Así comencé a escribir, y salieron dos cuentos que tienen las características que buscaba y que arriba conté. Inicialmente presenté sólo uno, pero ante el pedido de la profesora Claudia de presentar un texto más largo o una historia complementaria creí que lo mejor y más justo sería presentar los dos textos que nacieron de la mano, que se escribieron casi solos un domingo de lluvia y de porteña soledad, con mucho mate y muchos cigarrillos de por medio.
Les hice en el transcurso en que los escribí y los presenté algunas modificaciones a partir de revisiones que hice y de la crítica que quienes los fueron leyendo.
En fin, ahora sólo resta que sean leídos y comentados.

Crónica cultural III: Retrospectiva de Vinent Gallo en el MALBAC

Frío de junio en buenos aires y tomo el 102 en la plaza de Constitución.
Me voy a bajar en Figueroa Alcorta al 3400: el MALBA.
La ocasión es ver en cine los dos únicos largos que hizo hasta ahora Vincent Gallo, y escucharlo a él hablar un poco de eso.
Personaje peculiar Vincent, actor, músico, director de cine y siempre, ante todo, personaje.
Si lo googleamos nos enteramos que es hijo de inmigrantes sicilianos (no sabia que mi apellido era siciliano), que vivió en Búfalo hasta los dieciséis años cuando el padre lo echó de la casa, que en ese momento se mudó a Nueva York y que ahí fue pintor, rapero, bajista en una banda de rock, modelo publicitario de Calvin Klein, actor, corredor de motos, gigoló, etc,etc,etc.
Yo lo conocí en mi adolescencia aburrido viendo algún canal de cable cuando me encontré con Buffalo ’66 (su primer largo, de 1998) y me quedé colgadísimo con esa historia rara, con esos raros personajes y con ese cine que se olía ya en el primer fotograma bien independienton, vale decir que cuando uno es adolescente está mas que nunca propenso a ese tipo de pelis.
En Argentina la película no se estrenó en cine, así como tampoco su segundo largo The Brown Bunny, de 2004, que tampoco se encuentra en video/dvd clubes, y que nunca hice el intento de bajarla de Internet.
En fin, ahora Vicente las va a presentar a las dos, y a charlar un poco al respecto.
Me entusiasma encontrar a este personaje, lo de hoy lo había visto la semana pasada en el programa del Malba, pero no activé hasta hace dos horas y me da un poco de miedo no conseguir entradas, por eso salgo con bastante tiempo para no llegar a último momento.
Espero el 102 y miro el reloj: 14.30, nahhh llegó re bien.
Error Lisandro, error.
Entro rápido al Malba a las 15:00 y hago la correspondiente cola:
- Una entrada para lo de Vincent Gallo
- ...-cara de póker del vendedor.
- Para lo de Gallo- repito
- Naaahhh, se agotaron hace dos días- con cara de superado-, por eso pusimos el cartel
- Me doy vuelta, veo “entradas agotadas” en un cartel gigante con letras rojas en la puerta, lo miro al flaco con bronca y me alejo homenajeando a su familia, a la de Gallo y a la de Constantini en una misma oración..
Salgo y un pibe muy cool de gorrita jujeña que esta por ahí se ríe “garrón”, a él también le había pasado lo mismo, hablamos un toque sobre la mala suerte que tenemos y nos quedamos ahí afuera dando vueltas, “de alguna forma hay que entrar” nos damos aliento.
Mientras tanto aprovecho el tiempo muerto y saco las entradas para Quadrophenia que la dan a las 22:00: mi idea es pernoctar. En la cola una chica me pregunta si “¿acá se sacan las entradas para lo de Gallo?” y soy el encargado de darle la mala noticia, pero la chica permanece positiva “nahh, bueh igual alguna tenemos que conseguir”.
Después de una rato somos muchos los que no nos resignamos a irnos, yo por las dudas llamo a una amiga que vive cerca para que se venga, de última damos una vuelta por el museo, una vez más.
El pibe de la gorrita y yo mientras tanto nos divertimos viendo como se repite la escena: chicos emocionados que llegan corriendo y se encuentran con el cartel: “la p***...”.
El Malba esta ahora lleno y casi todos en la misma, todos muy cool, la gorrita de lana sale como ninguna otra cosaa, hay mucha chica con medias de colores como la de la cola, muchos anteojos de marco negro ancho o grandes y extravagantes, mucho chupin, en un hora se puso todo muy malba.
“Ahí está, ahí está” se miran emocionados grupos de modernos malba boys cuando se enteran que Gallo está recorriendo el museo –entró atrás mío-, dando vueltas en la entrada, hablando con la gente, sacándose fotos con tipos que ni saben quién es pero que sonríen grande.
Es que en realidad el extravagante personaje que se merodea el museo -en botas de cuero blancas en punta, con una tapado hasta las rodillas y un inquietante look de homeless prolijo- está de moda entre los argentinos desde que llegó hace un tiempo a Buenos Aires para filmar Tetro, la nueva que a Coppola se le ocurrió filmar acá.
Nosotros, los que esperamos, somos cada vez más, y se nos suma un amigo del pibe de gorrita jujeña, estudiante de cine igual que él, y seguimos puteando por lo de las entradas, mientras me cuentan que el de gorrita es de Uruguay y el amigo de Colombia y hablamos de cine, y de escuelas de cine y de Lucrecia Martel.
En eso, llega una chica del Malba y se acerca a un grupo que está al lado nuestro (entre las que estaba la chica de medias color violeta y tapado rojo, la que yo le había dado al mala noticia) y les da de la nada entradas para todas, con los pibes nos miramos y la seguimos, “no tengo más chicos”, “no se nos da ninguna” y seguimos puteando.
Ya son las 16.00 y nos empezábamos a resignar cuando sale la chica del malba y nos dice “ ustedes querían entradas?” a lo que respondemos “seeeeee” y le sacamos tres para nosotros y una para mi amiga que estaba llegando.
Las entradas eran solo para Buffalo ´66 pero está bien igual.
Vemos la película y salimos.
Nos quedamos con mi amiga Marisa afuera, sin entradas todavía para la segunda, yo sé que de algún modo voy a entrar, y en eso escucho a tres personas hablar de que les sobran entradas, me acerco y a los quince minutos estamos viendo The Brown Bunny, “no tenés cara” me dice mi amiga..
Vemos la peli, y yo quiero entrar a la charla, que requiere entradas aparte, Marisa me abandona y yo salgo afuera a la caza de mi lugar en la sala, pero me encuentro en la cola con amigos que sí tienen entradas y me cuelgo hablando, así que la charla no la voy a poder ver.
Cierran la puerta y me c*** de frío esperando que se hagan las 22 para Quadrophenia.
A las 21:45 llega Lucho, un amigo con el que voy a ver la peli y nos dicen que por la charla va empezar recién a las 22:30, aprovechamos y nos vamos a comer a una estación de servicio.
Cuando llegamos 22:30 nos encontramos con los Malba boys asediando a Gallo, que firma autógrafos, charla y se saca fotos con todos; nosotros pensamos que todavía no se puede entrar, cuando nos damos cuenta que la peli ya había empezado.
Entramos corriendo y nos sentamos medio con bronca.
A las 12.30 vuelvo a casa después de mi día en el Malba.
Estuvo divertido.

Notas de lectura sobre Gueertz

La construcción del autor y del otro en los textos etnográficos

Gueertz reflexiona sobre la relación de los textos antropológicos, mas específicamente las investigaciones etnográficas y la dificultosa relación que presentan estos textos con la escritura, es decir la dificultades de evaluar los textos etnográficos como género literario.
La comunidad antropológica y el mismo público parecen valorar las etnografías en la medida que demuestren un alto grado de cientificidad y verdad medidos por la enumeración de un gran número de detalles, la ausencia de la huella autoral, la búsqueda de la transparencia y la objetividad en el relato.
Sin embargo la verosimilitud no depende de la enumeración factual empirista de rasgos culturales sino del efecto de lectura que permite ver al autor como penetrando otras culturas. Que una etnografía sea más verosímil que otra depende del efecto de sentido que crea el autor de que realmente estuvo allí.
Dos etnógrafos hacen el mismo trabajo de campo, estudiando la misma cultura, en el mismo lugar, al mismo tiempo, tomando las mismas notas; sin embargo el público otorga mayor veracidad a un relato que a otro; esto sólo se explica a partir de la forma en que están narrados los hechos y cómo se crea en el texto el efecto de lectura “estuve allí”.
Entonces se plantea la cuestión de cómo planificar la escritura de un relato etnográfico siendo consciente de la escritura y la subjetividad y al mismo tiempo realmente estudiar un hecho, una cultura; la dificultad que supone construir un texto que es a la vez científico y biográfico, mezclar la actitud olímpica del físico no autoral y la soberana autoconciencia del novelista hiperautorial.
El primer paso es observar los propios textos etnográficos, desde le principio, desde las páginas donde se describen la puesta en escena, las intenciones y la autorepresentación y nunca perder de vista la antropología supone el encuentro con el otro; frecuentemente la distancia etnográfica separa al lector de los textos y al mismo antropólogo del otro también, este distanciamiento puede conducir a una focalización del otro como algo primitivo, curioso y exótico; se debe entonces participar en el mundo del otro.

Notas de lectura sobre Campbell

Muerte y resurrección

En su texto Joseph Campbell intenta desandar el camino del héroe.
Nos habla de cómo en todas las culturas, en diferentes tiempos y lugares, se repiten las mismas historias: el camino del héroe es retomado en diversos relatos, el mito mantiene viva la eficacia en la magia y el encantamiento que generan en quienes viven y escuchan los relatos mitológicos.
La forma que sigue este tipo de relatos es la magnificación de la fórmula representada en los ritos de iniciación: separación-iniciación-retorno.
El héroe es llamado a la aventura, traspasa el umbral de lo cotidiano hacia lo desconocido, es puesto a prueba, se enfrenta a fuerzas opositoras a la vez que elementos y personas lo ayudan a superar la pruebas y luego de la experiencia sufre una transformación, muere una parte de sí, para renacer transformado en la sabiduría de la experiencia, finalmente retoma el camino hacia su hogar para transmitir lo aprendido en su entorno.
Esta estructura está presente en cuentos de hadas, en los relatos bíblicos y los de otras tanta religiones. El camino del héroe fue transitado por Moisés, Buda, Jasón, y miles de héroes de otras culturas y personajes de la literatura universal.
En la época actual se carece de una mitología general efectiva, pero sin embargo el mito sigue siendo necesario para entender y abordar los misterios de la existencia. Así, el hombre moderno se hizo de su propio panteón de héroes y llena sus sueños personales y privados de caminos a descifrar, de formas mitológicas encarnadas en él mismo y sus sentimientos singulares, como apelando a la memoria ancestral sedimentada en las formas mitológicas.
Se busca y se retorna una y otra vez al mito para suplir los símbolos que hacen avanzar el espíritu, contrarrestando las fantasías que atan al hombre al pasado.
El mito es la forma simbólica superadora de los conflictos que el hombre arrastra desde la niñez, el mito simboliza la transformación, traza un camino que hace que lo desconocido sea familiar, el hombre se piensa y se supera a través de él.

Notas de lectura sobre Piglia

Las muchas maneras de hacer un cuento

El texto de Piglia me resultó revelador. Me parece muy interesante para pensar la escritura del cuento, tener presente las dos historias que cuenta un relato como una guía, una forma de planear la escritura, de ordenar la acción.
Creo que ser consciente en la instancia de escritura de que un cuento cuenta dos historias es muy útil, se vuelve el as ganador en la manga del escritor.
La tesis de Piglia pone de manifiesto que el enigma no se da a partir de sembrar indicios sin dar una resolución futura, sino que es una consecuencia de la autoconciencia del autor la existencia de dos historias; en efecto, como en el caso de Hemingway y su teoría del iceberg, puede nunca contarse la segunda historia, sino darse por sentada, apelando a la elipsis, la omisión y la profundización de una sola historia, sobre la que la otra que no se cuenta ejerce presión; es un efecto muy parecido al uso de un recurso cinematográfico que se da partir de no mostrar el fuera de campo, cuando hay un espacio que no se muestra, un personaje que no aparece, una historia que se sugiere solo en forma latente, lo que se logra es justamente depositar todo le interés allí, en lo no contado, lo no dicho, dando lugar al espectador a que reponga esa historia, poniendo atención en ella y explotando así un gran potencial de carga simbólica.
El cuento clásico se puede decir que trabaja sobre la sorpresa del final epifánico, que aparece por último como lo inesperado: la segunda historia viene a resignificar la primera. En cambio la forma moderna del cuento trabaja el suspenso, articula las dos historias desde el comienzo trabajando sobre la tensión entre ellas, haciendo partícipe al lector desde el vamos del juego del relato. El relato aparece desnudo y que funcione o no depende de la dosificación y relaciones que el autor establezca entre las dos historias; algo pende de un hilo, está por caer en cualquier momento y esa tensión se muestra al lector provocando el interés hasta el final.
En fin, la tesis sobre le cuento es (para quienes como yo se acercan a la literatura más que como simples lectores ávidos de escuchar y nos interesa además el detrás de escena del relato) una muy útil, práctica y clara forma de acercarnos a las formas de estructura paradigmáticas del género del cuento.

Mi viaje

Hay tantos tipos de viajes como hombres en la tierra y en el mar. Hay viajes que empiezan simplemente por el deseo de viajar y conocer nuevos lugares, hay viajes impulsados por el encuentro de alguien que nos espera (o no) en aquel lugar, hay otros que se hacen por una necesidad, médica por ejemplo, y hay viajes en los que se va a buscar aquello que nuestro lugar ya no puede ofrecernos.
Y así como todo viaje empieza, no todos lo viajes terminan.
El mío tiene que ver con esto último: soy un viajero en tránsito.

¿Por dónde empiezo?

Empiezo el viaje con poco, casi nada, llevá lo básico Lisandro, dice mi vieja, medio triste aunque intente disimular, la ropa de invierno nomás, yo la miro y se acerca y me abraza largo. Ropa llevo poca, pero libros y discos todos, pienso que probablemente no tenga tiempo entre la cursada y el estudio pero no me importa, el vicio de coleccionista es más fuerte y sigo metiéndolos en la valija, mi fetiche pasa por mis discos y mis libros, el capital que más me interesa acumular, el único. Que buenas las disquerías y librerías de Buenos Aires, encontrás de todo, ya estoy planeando tardes enteras revolviendo estanterías y bateas, hay música que acá es imposible de encontrar, Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires como dice mi vieja. Pienso que la voy a extrañar, pero todavía no lo siento, estoy demasiado ansioso y contento con el viaje. Mi viejo no dice nada, en cambio me habla de fútbol, de política y de religión como queriendo amortizar retroactivamente todas las conversaciones que ya no vamos a tener, me hace chistes, dice que me cuide de las porteñas, sonríe y a mí me pone triste, le doy una palmada en el hombro como queriendo decirle va estar todo bien viejo y siento el corazón que le late denso en todo el cuerpo hasta en los hombros. Debe estar medio triste mi viejo para que el corazón le lata así y para que ese latido se escuche por encima de Horcas, que suena desde mi cuarto cerrado; mi hermana ahora escucha metal, pelea con mi vieja, mi viejo y conmigo también, cambió todo el guardarropas de color por ropa negra nada más, debe ser que tiene trece años; admiro su rebeldía, envidio su rebeldía también, yo nunca me animé, siempre fui más formal y parecí más cortés.
Empiezo el viaje cerca del destino, a tres horas nada más, todo empieza acá, en Gualeguay, donde vivo desde hace diecisiete años, desde siempre, el colectivo me va a dejar en Buenos Aires, pero no sé si mi viaje termina ahí, intuyo que va a seguir aún cuando ya esté viviendo allá. Están todos, mis amigos que se quedan y los que se van a otras ciudades, mis tías, mi tío, mi vieja, mi viejo, mi hermana, yo me alejo y el maletero me acomoda el equipaje, le doy una moneda de un peso gracias y vuelvo con ellos para tenerlos unos minutos más.
Empiezo el viaje a un metro del piso, los veo a todos desde arriba, sonríen a medias, mi mamá me hace señas con las manos, quiere que la llame cuando llegue. Voy a llegar bien, voy a estar bien. Siempre supe que quería irme a estudiar a Buenos Aires desde chico, nunca supe bien qué, pero es lo de menos pienso, y pienso en la gente que voy a conocer, en los libros que voy a tener que estudiar, en los fines de semana que no voy a poder venir para acá, en que me van a extrañar, me siento culpable por no pensar lo mismo, por estar más ansioso que triste, mi hermana me hace muchas señas y ahora sí me pongo triste, me va a doler no verla crecer de cerca, todos los días, conformarme con verla un poco más grande en cada viaje. Yo también voy a crecer. Mi viaje a un metro del suelo se empieza a mover, los veo cada vez más chiquitos, los veo correr el colectivo, los veo mover las manos alto, ya no los veo.
Empiezo mi viaje. Ruta, campo, peaje, mate, viaje, viajar, estar viajando, ciudad, ciudades, luces, gris, calles, gente, de Gualeguay que conozco, de otras ciudades por conocer, amigos, de antes que ya no veo, de ahora que tengo miedo de no ver más, nuevos, chicas, chicos, libros, mates, bizcochitos, apuntes, tardes estudiando, solo, acompañado ¿cómo serán los chicos de la pensión? son del interior también, tienen que ser copados ¿me ayudarán? ¿me guiaré en la ciudad? ¿tomo café o mejor jugo? mejor no, me duele la panza deben ser los nervios, ¿viajaré seguido a Gualeguay? ya fue tomo café hace frío ¿porque prenden siempre el aire así de fuerte? afuera debe estar bien el clima ¿como estará en Buenos Aires? no traje paraguas pero seguramente no llueve es muy parecido a Gualeguay, no tendría que haber tomado café son los nervios, mejor escucho música I´m so happy ´cause today I found my friends I´m so ha- mejor leo ¿porque me compré este libro? voy a ir al baño deben ser los nervios, callen a ese bebé ¿porque viajan con chicos tan chicos? parezco un viejo deben ser los nervios, containers rojos verdes, grúas óxido, ¿será el puerto? sí, autos muchos edificios colectivos colectivos auto, gendarme gendarme gendarmes, cola de colectivos, anden 44, gente chico chica señor señora, bajo ultimo ¿tengo monedas? sí acá me quedó una tengo más en la mochila, le doy el ticket y la moneda me da la valija gracias de nada, camino, gente, camino ¿cuál me tengo que tomar? aquel, parada, otro flaco con muchas mochilas nos escudriñamos serios debe venir a estudiar también.
Empiezo mi viaje en Retiro, medio cargado de valijas, medio perdido entre la gente, Retiro es feo y espero el colectivo, dejo pasar a una, dos, tres mujeres que estaban atrás mío en la cola, hago malabares y subo.
Empiezo mi viaje y la maquinita me dice que indique mi destino, yo que sé espero que sea bueno, pienso, y me río, el chofer me mira por el espejo como diciendo apurate boludo, y yo le digo que voy hasta Corrientes y Pueyrredón que si le puedo pagar con un billete que cuánto tiempo tarda en llegar que si tengo que tocar timbre que si me puede avisar que me disculpe que soy del interior, él me mira con la misma cara que antes y me dice que es con monedas nene sale ochenta, es mi bienvenida a Buenos Aires. Estoy contento igual.
Empiezo mi via

Río arriba para mí

Río arriba es a la vez documental y cuento -si lo pensamos desde el punto de vista de Piglia en Tesis sobre el cuento- contados a través de una viaje.
Es una viaje que cuenta dos historias; la primera que se nos aparece es la del director, Ulises De la Orden, que emprende su viaje desde el cemento de Buenos Aires en busca de la naturaleza de los paisajes maravillosos que conoce desde chico y a los que no vuelve hace veinte años.
Este viaje es la búsqueda de su historia familiar, la de su abuelo Manuel que allá por 1922 bajó del barco y se fue hacia Iruya, para trabajar el ingenio azucarero San Pedro y así asegurar el progreso de toda su descendencia.
Ulises busca así también en parte su propia historia.
Pero a lo largo del viaje que hace, y que hacemos nosotros también, vamos descubriendo la otra historia, la que subyace en este viaje de búsqueda, la que hizo posible la vida cómoda de los herederos de Don Manuel; vamos descubriendo que ese progreso está hecho del sacrifico de toda una comunidad indígena que fue explotada por los muchos ingenios que se pusieron en marcha a principios de siglo.
La comunidad kolla vivía hasta principios del siglo XX en forma autónoma, dependiendo solamente de sus propios cultivos, hasta que les fueron expropiadas las tierras en manos de arrendatarios, inmigrantes recién llegados de Europa, que los obligaron a trabajar en sus ingenios, endeudándolos en arrendamiento; así los indígenas se vieron forzosamente obligados a pagar con lo único que tenían: su fuerza de trabajo.
Los que no accedían “desaparecían” en el paisaje. Sin duda que ese hermoso paisaje que vemos y deseamos visitar toma otra importancia al ser conscientes de los secretos de años de explotación que guarda en sus silencios y sus ruidos salvajes; si ahora lo visitamos, después de ver la película, va a ser seguramente diferente.
Ulises comienza, entonces, la búsqueda de sus historia a partir de la de su abuelo, pero en el camino se encuentra con otra historia, la que realmente hizo que la suya sea hoy la que es y no otra.
Esta historia, la otra, la que nunca le contaron, la reconstruye con fotos, imágenes y los testimonios de gente de la comunidad kolla, que insiste en mantener viva su tradición, sus costumbres, su respeto por la naturaleza, sus fiestas, a pesar de los intentos de aquellos explotadores.
Para Ulises y su historia la de estos indígenas permanecía oculta, pero para ellos era bien conocida la historia de su abuelo, y la cuentan sus anécdotas, su resistencia, sus caras cansadas.
Para que el cuento tenga sino un final feliz por lo menos justo, es necesario que se reconozca el derecho a sus tierras a esta comunidad indígena y que se haga todo lo posible por ayudarlos a mantener su cultura y su historia, sólo una ayuda, porque ellos de su parte han demostrado haber hecho más de lo que podían.

Notas de lectura: "Los mares del sur" de Cesare Pavese

En el poema oigo ecos, ecos de otras historias, otros autores, de otra gente, otros viajeros, ecos del viaje mítico, del aventurero, veo en ese primo que vuelve algo del capitán Nemo de Verne; ecos de algún deseo que tuve de muy chico cuando leía La Isla del Tesoro, de ser un purrete polizonte en algún barco pirata, y sentir rabia por haber nacido en el tiempo y lugar errados. Oigo ecos de los viajes que quise hacer de más grande y no hice; y también de los viajes que sí hice, de los lugares y la gente que conocí en esos viajes, cada uno con sus historias, que para mis ojos foráneos fueron gigantes.
Me siento en el lugar del otro, del que espera al viajero, el que escucha sus historias, el que lo extraña, el que lo ve ir y volver tantas veces, siempre con fascinación casi envidiosa por animarse a hacer eso que todos queremos pero no nos atrevemos en nombre de no se qué tipo de seguridad.
Me siento de vuelta en mi pueblo; leyendo de vuelta libros de aventureros viajando por África, combatiendo tiburones o resolviendo crímenes en el lejano oriente; soñando con ciudades enormes, llenas de historias y de gente.
Vuelvo de repente a pensar en conocer esos lugares, esos perfumes, de planear algún viaje a alguna ciudad de Asia y de deambular por su mercado, seguramente bullicioso, atestado de gente hablando en idiomas extraños.
Siento la lejanía, de ciudades, y de sus gentes, y de las “viditas” de esas gentes; siento el latir de todo un mundo más allá de mi lugar, tan chiquito y llano; sé que ese mundo está vivo, oigo su latido, pero despacito, como el reflejo tenue del faro de Turín; y es ese latido, ese faro lejano, lo que me provoca inmensa curiosidad, de conocerlo todo, de saber qué están haciendo esas vidas en todos esos mundos.
Siento la ansiedad de la espera de un viaje, la emoción de escuchar el relato del viaje de alguien más, la fascinación de añorar nuevas ciudades, nuevas personas, nuevas vidas; y pienso, de repente, que muchas veces es la mejor parte, pienso que muchas veces el viaje puede defraudar, que no fue tan emocionante como se lo cuenta, que la gran ciudad puede también ser oscura; que las historias y la gente son más o menos las mismas aquí que más allá.
Entonces elijo de vuelta la añoranza, de vuelta la fascinación; planeo nuevos viajes, leo nuevos libros, imagino nuevas historias; seguro de que es el momento más cálido, y recuerdo aquel lugar común en eso de que “la felicidad no es un destino sino un camino”, y pienso que, a veces, en los lugares comunes uno puede también sentirse a gusto.

Crónica cultural II

Sucio

Viernes a la noche, salgo de un teórico de la facultad y me voy para el teatro El Cubo del Abasto, antes me encuentro con Lucho, un amigo y tomamos unas cerves, él ya compró las entradas con un descuento 2x1, creo que de otra manera se hubiese complicado ir al teatro, que es algo que me gusta pero que se esta volviendo cada vez más un lujo por lo caro que están las entradas.
Hablamos de esto mientras caminamos hasta el teatro y llegamos justo, entramos.
La obra es “Sucio” protagonizada por Guillermo Arengo, Carlos Casella y Juan Minujin y dirigida por Ana Frenkel y Mariano Pensotti.

¿Qué es “Sucio”?

Sucio es un encuentro de tres hombres que no se conocen en un lavadero automático. Cada uno con su canasto de ropa y de historias sucias.
Sucio es comedia realista con momentos surrealistas de ópera rock.
Sucio es el diálogo de tres soledades, porque el hombre nace solo acá y muere solo allá -dirá uno de los personajes-, y en el medio soledad, soledad, soledad.
Sucio es el hombre ¿postmoderno? en la lucha entre el impulso primitivo ancestral de macho alfa y el impulso sensible de necesidad de afecto; es el hombre que tiene que hacer un laburo de macho estoy-en-el-tacho-doce-horas-por-mi-familia-mira-ese-trava-le-rompo-el-orto- y que tiene que demostrar tener los huevos bien fértiles un-polvo-un-pibe-estás-ovulando-llamame-te-hago-un-pibe-un-polvo-un-pibe; pero también es el hombre que extraña a una mujer y canta “I wil always love you” de Whitney Houston y el que llama a la ex para pedirle perdón por insistirle en que se acueste con su padre y que le dice que quiere volver al contestador automático en los tres, cuatro, cinco mensajes que deja.
Sucio es el hombre con otros hombres hablando cosas de hombres, el que se asusta y se aleja del abrazo del otro y el mismo que después lo pide a gritos, es el que se permite hablar no sólo de fútbol lejos del limite de la mirada de la mujer.
Sucio es el hombre que le huye a las mujeres por haber sido obligado por tres vecinitas a hacer un video porno en vhs a los ocho años y el que hace rato no está con una mujer y quiere sexo con cualquier cosa, el que se les trepa como un perro en celo a los otros y también a un oso de peluche.
Sucio es el hombre que se lava historias con el ruido de fondo de las máquinas que le lavan la ropa.
Sucio está escrito entre otros por una mujer y no es casual, seguramente un hombre no se hubiese animado a describir los aspectos más patéticos y más reales de la masculinidad actual (así como ninguna mujer hubiese descrito el mundo femenino como lo hace Almodóvar).
Sucio es el hombre que no se da cuenta de que sólo es un chico mirando un espectáculo de fuegos artificiales, y que por no darse cuenta es un chico ciego mirando un espectáculo de fuegos artificiales.
Sucio es estar sucio y saber que todos lo estamos, es el encuentro con la suciedad del otro para entender que no somos los únicos que tenemos que ir al lavadero, o al teatro.

Crónica cultural

“Construcción de una ciudad” de Nestor Frenkel en el Malba

Hace tiempo que andaba con ganas de verme “Construcción de una ciudad”, intente en vano verla en la Bafici, pero por la dinámica del festival cuando fui ya no había entradas, seguramente se habían agotado a las ocho de la mañana.
Así que ahora, con miedo de que salga de cartel, la googleé, y apareció en la cartelera del Malba: Domingo 8 de Junio 18:00 Hs. dice el programa.
Lo convenzo a un amigo y allá vamos.
A mí la historia siempre me asombro, Federación es una ciudad chiquita de Entre Ríos, yo la conocí cuando era muy chico en una de estas excursiones que haces en la escuela primaria, los “viajes educativos” que le dicen, fuimos en ese momento a la represa de Salto Grande que está en el límite de Argentina y Uruguay, la ciudad de Salto del lado oriental y Federación del nuestro.
Pero la ciudad que yo y mis jóvenes compañeros conocimos era la ciudad nueva, muy limpita, prolijita, con casas iguales, nueva nueva; la ciudad vieja había quedado bajos las aguas del río Uruguay cuando hicieron la represa.
Me parece que es una historia por lo menos curiosa.
Los antecedentes se remontan al año 1946 cuando Perón firma un tratado bilateral con el país vecino para la construcción de la represa para el aprovechamiento de los rápidos del Río Uruguay en la zona de Salto Grande.
Los que se sacrificarían por la patria eran los habitantes de Federación, que verían en el año 1997 demoler su vieja ciudad -con sus casas, sus lugares de trabajo, las escuelas de los chicos y los parques- en manos de cientos de topadoras.
El gobierno de facto de aquel momento les había elegido ya un lugar muy cerca de la vieja ciudad, y les había pagado sus casas, cada uno tenía asignado su lotecito.
Finalmente el 25 de Marzo de 1979 el general Videla inaugura la nueva ciudad.

Esa es la historia y con eso fui yo al cine.
El documental trata de ver a través de las historias de algunos de los habitantes de Federación como fue el cambio de una ciudad a otra, como se dio, que sintieron cuando demolían sus viejas casas, como se adaptaron, etc.
Lo raro del documental es que muy por el contrario de lo que uno espera está narrado en tono de comedia, está estructurado por entrevistas a personas de la ciudad, y cada una tiene toques de humor, como discusiones entre matrimonios, hijos que se meten en cámara, etc.
Se cuenta la historia de un pueblo a través de la vida de algunas de sus gentse, obviamente no es cualquier pueblo sino este tan peculiar.
Así al principio vemos a una señora que busca cuando baja el río en los escombros los cimientos de su viaja casa, y dice “esta es mi casa, este es el baño, esta la cocina, este...” y uno solo ve escombros, es una imagen la verdad fuerte, alguien hablando en presente de su casa que ya no está. El marido dice que a él no le gusta ir, “lo pasado pisado”, pero mientras tanto se le llenan los ojos de lágrimas.
Otro señor cuenta cómo con su familia intenta construir en su patio la misma glorieta que tenían en su vieja casa, y martilla, y pinta, y planta una enredadera; el director el pregunta para qué quiere una glorieta igual a la de antes y con absoluta naturalidad entrerriana el señor responde “para tomar mate abajo en verano ¿para que otra cosa? Como antes, con los chicos, con mi señora”.
Otro señor se encarga de plantar todas las especies de árboles que había en el amplio jardín de su vieja casa, lo hace en un plaza que le cedió la municipalidad, que lleva su nombre y que los turistas visitan, él está contento con su emprendimiento y dice que quiere tener a todos los árboles que lo vieron crecer con él y aferrado a esta idea se queja “el único que no quiere prender es el eucaliptos, parece como que me dijera: a mí no me engañas, este no es mi lugar, no quiere echar raíces, pero yo lo voy a hacer prender, si yo pude él también tiene que poder, tiene que acostumbrarse acá como yo, y tiene que seguir acá después que yo me muera”.
Uno ve en toda esta gente que su vida en algún punto se quedo allá, en la vieja ciudad, en sus jardines, en sus glorietas, en sus casas, que hacen lo imposible para tener en tiempo presente aquel pasado.
Es que, cuentan ellos mismos, fue difícil adaptarse. Al principio la ciudad no tenía plantas, ni patios siquiera, “parecía tierra de nadie” dice uno, “parecía como que había habido una guerra” confiesa otro; las imágenes que se muestran de esa época parecen no negarlo; muchas casitas iguales, “a veces llegabas a tu casa y te abría otro, y empezabas a pelear para ver de quién era la casa”, chiquitas, calles de tierra, “había hasta lagartijas, bichos, por todos lados”, sin alumbrado, “los pisos se rompían, las paredes se agrietaban, el comentario de todos los días era ver que se había roto”.
Las cosas no eran tan lindas como se las habían pintado, “uno se dejó endulzar, casa nueva, todo nuevo, te compraba eso, no supimos verlo” dice un señor nostálgico.
Pero después la ciudad tuvo la suerte de encontrar cerca aguas termales “y ahí todo cambió, acá en la ciudad hay un dicho: lo que el agua nos quitó, el agua nos devolvió” les cuenta una guía turística a un contingente de jubilados en un trencito que pasea por la ciudad.
Con el complejo termal empezaron a recibir un gran afluente turístico y se hicieron complejos, hoteles, se alquilan casas, todo pareció mejorar.
Eso cuenta el dueño de “El Gaucho”, una tienda de artesanías, que dice que empezó vendiendo café y que de a poco trabajando le fue yendo cada vez mejor; dice que se adaptó “pero a los viejos si que les costó, muchos de nuestro viejos murieron cuando se mudó la ciudad, pero cambiemos de tema” y sigue mostrando artesanías con los ojos llorosos.
Es que con las termas y todo, todos siguen en la vieja ciudad.
Una señora muestra como están armando un archivo de las escuelas, del registro civil, de negocios, fotos y demás de la vieja ciudad. Otro muestra un pesado de azulejo de su casa. Otro un adornito. El perro verde, un viejo solitario siempre en compañía de sus perros, dice que no tiene nada “los recuerdo los tengo en el cuerpo querido” dice y cuenta que el hermano le dio el apodo “decía que era raro, que era más raro que perro verde, y ahora me gritan perro por la calle, pero así es el vulgo, yo los dejo que hablen”.
Siempre igual hay quien vende pañuelos en un velorio, y así vemos al gran capitalista de la ciudad, que era uno de los que integraba desde el principio la comisión de apoyo para cambiar de lugar la ciudad, que estaba en la comisión de las termas, que esta en al comisión de turismo, que tiene empresas, y una pequeña granja zoológico, y que cuenta los miles de proyectos que tiene para la ciudad; paradójicamente mientras los cuenta el sol cae y sobre la ciudad cae la noche.
Sin embargo la ciudad sigue agradeciéndole a Dios por el agua caliente de la tierra, haciendo marketing de su dolor con un museo móvil de las antigüedades de la vieja ciudad, un señor que se niega a vender todas las filmaciones de la vieja ciudad porque dice que “van a comerciar con mis videos, y el que quiere sacar la ganancia soy yo”, un trencito que pasa por la ciudad y cuenta su historia, un teatro que tiene una obra q ue cuenta el traslado.
Pero no todos se fueron, hay un viejito que cuando fueron las topadoras se atrincheró y nadie lo pudo sacar; aún sigue ahí con sus noventa y tantos años, ya sordo, acordándose de cuando alrededor suyo había más que río.
Así la ciudad sigue tratando de sobrevivir al pasado, cada uno de sus habitantes con sus pequeñas estrategias, y mientras el sol sigue cayendo la cámara se aleja.

Trabajo de inclusión

Un lugar llamado Neo.

Nunca se me había ocurrido pensar en un lugar así. En mis quince años como astronauta encontrarme con esto es lo que menos esperaba, mucho menos después de lo que pasó.
El límite de mi imaginación llegaba hasta el suelo rojizo de Marte. Hasta hace un mes; que conocí esta tierra de color lila, un violeta como suavizado por las lluvias que se suceden una tras otras sin posibilidad de preverlas. De repente ese sol tan cercano se apaga en un segundo y el agua cae, como un aluvión de balas frías.
De algún modo me gusta sentir los golpes de esas lluvias; es un indicio de que estoy vivo; en un lugar que aún no logro descifrar, de algún modo, existo.
Cuando escuché el comienzo de la explosión de la nave cerré los ojos esperando la muerte; pero la muerte no llegó, creo. En cambio aparecí acá, de la nada en el medio de una especie de desierto, caminé por días enteros hasta llegar a la ciudad, una civilización moderna, como nunca imagine.
Los edificios son enormes, cada uno es una ciudad, la gente rara vez sale de ahí, lo tienen todo, centros comerciales, centros médicos, todo.
Todo en la ciudad es sobrio, no hay carteles, no hay contaminación sonora, todo es silencio.
Cuando llegué a uno de estos edificios, me desmayé, casi agonizando de sed y hambre, agotado por los días de caminar en la nada, perdido en la inmensidad de esta civilización nueva.
Me alojaron en una especie de clínica.
Todos me miran como un bicho raro, no entiendo que me ven, soy igual a ellos.
La comida que me dan es la misma a la que estoy acostumbrado, pizza, carne, pastas, frituras, aunque veo que los ayudantes de los médicos se asombran cuando como; se juntan todos detrás de un vidrio y me ven comer, a veces se miran entre ellos y se ríen; no entiendo que les parece tan raro.
Los doctores hablan conmigo, pero no los enfermeros, ni los asistentes, cuando intento una conversación me entienden, hacen lo que yo les pido, pero cuando intentan hablar no pueden articular las palabras y solo emiten sonidos guturales, como una persona sordomuda. Uno de ellos me sorprendió cuando estaba a punto de pedirle que me trajera un vaso de agua, no alcancé a pronunciar ninguna palabra cuando él se fue y, volvió con el vaso de agua; cuando lo mire notó mi cara de sorpresa y se puso nervioso.
Dentro de una hora van a someterme a un estudio me dijo el doctor. Cuando le pregunto que estudio, me dice que es por mi bien, que voy a ayudar a la ciencia; a qué ciencia, le digo yo; y él me mira y sonríe, para más tarde decirme: a la suya, a la de su descendencia, ellos se lo van a agradecer.

Perfil de escritor II

Perfil de escritor II

Mi relación con la escritura siempre fue bastante cercana y siempre estuvo estrechamente relacionada con la lectura; los momentos en que más leí fueron los momentos más productivos.
De muy chico leía cuanto libro se me cruzaba por el camino, sobre muchos cuentos y poesías, algo que hoy a la luz de tantos años me parece algo bastante raro para un chico tan chico, ya que en ese momento tendría nueve o diez años, y de hecho hoy la poesía no forma parte de mis principales intereses.
En ese momento también escribía en torno a esos géneros; poesía y cuentos.
Esto fue previo al comienzo del secundario.
A partir de primer año me alejé bastante de la lectura, un poco creo ahora por la obligación de leer cosas para literatura en forma obligatoria, como los romances españoles, que eran lecturas para mí bastante pesadas.
Leí si con gusto las lecturas que nos proponía la profesora de Francés, ella nos dejaba leer a cualquier autor francófono, ya sea Canadiense, Francés, Belga, etc. Lo cual me parece hoy algo más que didáctico, porque dentro de ese límite uno elegía un autor específico relacionado con los gustos que más o menos tenía, ella nos había antes orientado someramente respecto a corrientes literarias, naturalismo, realismo, existencialismo. En esa época hice lecturas que fueron muy placenteras a la vez que muy disímiles; así leí a Camus, Flaubert, Guy de Maupassant, Sartre, Verne y un par más que ahora no recuerdo.
En inglés a su vez leí autores ingleses en su idioma original, así llegué a leer a Miller, Hawthorne, Hemingway, y algunos más.
Esto siempre me inspiraba a escribir mucho, sobre todo cuentos.
Cuando empecé con la facultad, durante el CBC de Derecho leí bastante poco, más allá de los apuntes, y escribí muy poco también.
Luego hice el intento de entrar a Letras, por lo tanto cursé -y tengo al día de hoy aprobada- la materia de filosofía. Eso me abrió la cabeza, en ese momento me rodeé de gente muy creativa, y sumados a los apuntes de filosofía que estudiaba, hizo que escribiera muchos textos tipo ensayísticos, me la pasé ese cuatrimestre escribiendo frases sobre el fundamento ontológico de las papas, las cebollas y los zapatos, cualquier cosa caía en la bolsa de ese impulso metafísico; también escribí historias y relatos que tematizaban al respecto.
En esa época también leí mucho Borges, los conceptos que me había dado Filosofía del CBC, si bien escuetos, me sirvieron como guía para entender lo otro que subyace siempre en Borges, ese fundamento metafísico que hay en cada uno de sus cuentos, y eso me ayudaba también en la producción, de hecho tengo por ahí dando vueltas un cuento hiperbreve que hice tomando una idea que Borges plantea en un libro, no recuerdo cuál, en que hace un recuento de posibles argumentos que varios autores anotaron en algún momento y nunca desarrollaron; yo tomé uno de Hawthorne, que hablaba de una persona que se despertaba creyendo haber soñado que estaba a punto de morir en la silla eléctrica y el final es que alguien está durmiendo en una silla eléctrica mientras lo están matando..
Después ese año hice materias del CBC para Comunicación y a la vez un taller de escritura en el Rojas, al que sólo fui dos clases porque no me servía para nada, era simplemente una reunión de gente que mostraba cuan bien escribía, a eso se limitaba, a leer textos que producíamos nosotros sin ningún tipo de aporte de la profesora.
Luego empecé Comunicación y el taller de expresión escrita, que solo cursé un cuatrimestre, allí escribí algunos cuentos, y en esa época leí mucho a Cortazar, y releí también a Borges.
Abandoné después comunicación y empecé cine, que cursé durante dos años, en ese momento produje un par de guiones para cortos, y elaboré muchas ideas, que todavía están el la pc, para largos.

Perfil de escritor I

Sobre mundos paralelos

Cuando intuyo que una historia puede ser buena –lo sea o no realmente, poco importa- lo siento en el cuerpo. Se me eriza la piel. Ese mundo del mas allá del papel invade de repente mi “más acá”. Se me hace carne. Ya no pienso mi cotidiano desde la lógica de causa y efecto de éste, mi mundo físico, el mundo donde está mi cuerpo con su sangre, y su carne y sus huesos, donde están las cosas que puedo tocar, y las relaciones que puedo tener, y la gente que puedo conocer, los ruidos que puedo escuchar; el mundo de las “sensaciones”. Se me impone, en cambio, otra lógica, la del mundo del mas allá del que hablaba antes, y es la coherencia interna de ese mundo la que rige mis pensamientos; soy mis personajes, temo lo que ellos temen y amo lo que ellos aman. De pronto me encuentro a mí mismo buscando signos en este mundo de las sensaciones que me lleven o me conecten con aquel mundo, el de las “ideas” podría decir, si Platón me lo permite. Entonces toda esta realidad física se explica mediante aquel mundo, todo lo que pasa siento que pasa para que pueda darle vida al otro, y es ahí cuando dudo que yo haya inventado aquel mundo, es ahí cuando leo todo lo que me pasa desde un punto de vista funcional al mundo que estoy construyendo, “esto pasa por algo”, me digo, y corro a la computadora o a buscar el papel, para no perder esa relación que tejí en mi cabeza entre el más acá y el mas allá. Y cada vez es mas grande el otro mundo enriquecido por este, que ahora parece como fagocitado, pero es solo por un tiempo hasta que aquel otro se construya, y cuando le pongo un final a aquélla historia, me siento como en paz, como habiendo cumplido con algo que debía hacer, como que mi deber es encontrar esas historias que hay en el aire; porque creo fervientemente que las historias están ahí, nosotros simplemente las encontramos, de acuerdo a cuanto más o menos atentos estamos a esos signos de los que hablaba antes. Claro que hay gente que no les da importancia a esos signos, la mayoría de la gente en verdad, de hecho no hay millares de personas escribiendo; prefieren no fagocitar su mundo del más acá por ese posible del más allá, “hay que vivir en la realidad dicen”; es porque nunca sintieron lo que dije mas arriba, eso de que esa otra realidad pasa a ser por un tiempo “la” realidad, no pueden ver que las historias están en esta realidad, solo que hay de descifrarlas, encontrarlas, no se dejan ver tan fácilmente como nuestros cuerpos, no se dejan oír tan claras como los ruidos de la ciudad. Hay que estar más atentos, y escuchar entre las conversaciones, oler entre el humo que deja el sesenta a su paso, mirar entre las miles de cabecitas en Cabildo a la seis de la tarde.
En verdad siento una suerte de pena por esa gente que no puede sentir lo que yo siento cuando estoy atravesando el proceso de escritura, no saben lo que se pierden y, hasta en algún punto, me cuesta entender que haya alguien que no se sienta atraído por esos posibles mundos; y a la vez me siento orgulloso de tener la capacidad de darme cuenta lo mágico de eso, es como esos secretos que uno no puede decir pero lo enorgullecen, me siento como habiendo encontrado un tesoro, que nadie valora, pero que yo se exactamente cuanto vale, yo se que soy rico.
Y realmente, lo dije más arriba, poco importa si la historia es efectivamente buena o no, vale la pena la experiencia, además hay que dejar que el tiempo haga lo suyo; así, historias que hace tiempo están archivadas en la computadora sin tocar porque sospechamos de su calidad, un día las releemos y por ahí no son del todo buena, pero podemos procesar mejor la idea, y finalmente mejoran, y construyen su propio mundo.
Lo único que hay que hacer es estar atentos a esos mundos paralelos habitados por esas historias que se esconden entre el ruido, que no se dejan oír, ni ver, ni tocar, y atraparlas, decodificarlas, traducir esa sensación que provocan, en algo con una forma determinada.
Al fin y al cabo esos mundos paralelos existen, creo de hecho - yendo un poco más allá de la escritura, o en todo caso hablando de la escritura de nuestras historias de vida- que nunca dejamos de ser aquello que en algún momento estuvimos a punto de ser y no fuimos. Así, yo sigo saliendo con aquella persona de la que me separé hace tiempo; así, estoy de algún modo trabajando en un lugar al que en su momento llegue tarde para la entrevista.
Así, nuestras subjetividades y con ellas sus historias, se desdoblan y conviven en capas, en posibles mundos alternos, a modo de aquellos libros de “elige tu propia aventura”, la diferencia radica en que en esos libros uno sabía todos los finales; si elegíamos uno hoy, podíamos al día siguiente elegir otro, o incluso espiar los otros en una sola lectura; en este caso no, vemos desde nuestra subjetividad solo lo que ella eligió, y la otra anda por ahí, sin saber de la existencia de esta, desde la que estoy escribiendo este texto.