Sobre mundos paralelos
Cuando intuyo que una historia puede ser buena –lo sea o no realmente, poco importa- lo siento en el cuerpo. Se me eriza la piel. Ese mundo del mas allá del papel invade de repente mi “más acá”. Se me hace carne. Ya no pienso mi cotidiano desde la lógica de causa y efecto de éste, mi mundo físico, el mundo donde está mi cuerpo con su sangre, y su carne y sus huesos, donde están las cosas que puedo tocar, y las relaciones que puedo tener, y la gente que puedo conocer, los ruidos que puedo escuchar; el mundo de las “sensaciones”. Se me impone, en cambio, otra lógica, la del mundo del mas allá del que hablaba antes, y es la coherencia interna de ese mundo la que rige mis pensamientos; soy mis personajes, temo lo que ellos temen y amo lo que ellos aman. De pronto me encuentro a mí mismo buscando signos en este mundo de las sensaciones que me lleven o me conecten con aquel mundo, el de las “ideas” podría decir, si Platón me lo permite. Entonces toda esta realidad física se explica mediante aquel mundo, todo lo que pasa siento que pasa para que pueda darle vida al otro, y es ahí cuando dudo que yo haya inventado aquel mundo, es ahí cuando leo todo lo que me pasa desde un punto de vista funcional al mundo que estoy construyendo, “esto pasa por algo”, me digo, y corro a la computadora o a buscar el papel, para no perder esa relación que tejí en mi cabeza entre el más acá y el mas allá. Y cada vez es mas grande el otro mundo enriquecido por este, que ahora parece como fagocitado, pero es solo por un tiempo hasta que aquel otro se construya, y cuando le pongo un final a aquélla historia, me siento como en paz, como habiendo cumplido con algo que debía hacer, como que mi deber es encontrar esas historias que hay en el aire; porque creo fervientemente que las historias están ahí, nosotros simplemente las encontramos, de acuerdo a cuanto más o menos atentos estamos a esos signos de los que hablaba antes. Claro que hay gente que no les da importancia a esos signos, la mayoría de la gente en verdad, de hecho no hay millares de personas escribiendo; prefieren no fagocitar su mundo del más acá por ese posible del más allá, “hay que vivir en la realidad dicen”; es porque nunca sintieron lo que dije mas arriba, eso de que esa otra realidad pasa a ser por un tiempo “la” realidad, no pueden ver que las historias están en esta realidad, solo que hay de descifrarlas, encontrarlas, no se dejan ver tan fácilmente como nuestros cuerpos, no se dejan oír tan claras como los ruidos de la ciudad. Hay que estar más atentos, y escuchar entre las conversaciones, oler entre el humo que deja el sesenta a su paso, mirar entre las miles de cabecitas en Cabildo a la seis de la tarde.
En verdad siento una suerte de pena por esa gente que no puede sentir lo que yo siento cuando estoy atravesando el proceso de escritura, no saben lo que se pierden y, hasta en algún punto, me cuesta entender que haya alguien que no se sienta atraído por esos posibles mundos; y a la vez me siento orgulloso de tener la capacidad de darme cuenta lo mágico de eso, es como esos secretos que uno no puede decir pero lo enorgullecen, me siento como habiendo encontrado un tesoro, que nadie valora, pero que yo se exactamente cuanto vale, yo se que soy rico.
Y realmente, lo dije más arriba, poco importa si la historia es efectivamente buena o no, vale la pena la experiencia, además hay que dejar que el tiempo haga lo suyo; así, historias que hace tiempo están archivadas en la computadora sin tocar porque sospechamos de su calidad, un día las releemos y por ahí no son del todo buena, pero podemos procesar mejor la idea, y finalmente mejoran, y construyen su propio mundo.
Lo único que hay que hacer es estar atentos a esos mundos paralelos habitados por esas historias que se esconden entre el ruido, que no se dejan oír, ni ver, ni tocar, y atraparlas, decodificarlas, traducir esa sensación que provocan, en algo con una forma determinada.
Al fin y al cabo esos mundos paralelos existen, creo de hecho - yendo un poco más allá de la escritura, o en todo caso hablando de la escritura de nuestras historias de vida- que nunca dejamos de ser aquello que en algún momento estuvimos a punto de ser y no fuimos. Así, yo sigo saliendo con aquella persona de la que me separé hace tiempo; así, estoy de algún modo trabajando en un lugar al que en su momento llegue tarde para la entrevista.
Así, nuestras subjetividades y con ellas sus historias, se desdoblan y conviven en capas, en posibles mundos alternos, a modo de aquellos libros de “elige tu propia aventura”, la diferencia radica en que en esos libros uno sabía todos los finales; si elegíamos uno hoy, podíamos al día siguiente elegir otro, o incluso espiar los otros en una sola lectura; en este caso no, vemos desde nuestra subjetividad solo lo que ella eligió, y la otra anda por ahí, sin saber de la existencia de esta, desde la que estoy escribiendo este texto.
miércoles, 14 de abril de 2010
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