miércoles, 14 de abril de 2010

Caparrós entrevista (Ayuda para el género de la crónica)

Caparrós
Esta es la primera de tres entregas de una larga entrevista al escritor, historiador y periodista Martín Caparrós, considerado uno de los mejores cronistas del mundo. Fue en su casa durante una mañana primaveral, a fines de septiembre, entre jugo de naranja, cigarrillos y, por supuesto, Caparrós vestido de negro.
Nos juntamos a charlar con la excusa de su libro El Interior, que en ese momento acababa de salir. Pero terminamos hablando de blogs. Antes pasamos por la crisis actual del periodismo gráfico, los sueños setentistas y los de ahora, algo de literatura, su libro, sus años en Francia cuando estudiaba historia en La Sorbona, las crónicas y el mito del periodismo argentino, la euforia en la vuelta de la democracia…
Los párrafos serán puestos casi sin preguntas y en orden de temas. Hoy, Caparrós hablará del lenguaje y su método para trabajar los textos.
“Trabajo con un grabador. Cuando escribía crónicas solía ir escribiendo en una libretita, y en un momento descubrí que llamaba mucho la atención si me paraba en una esquina y anotaba. Y que ahora llama mucho menos la atención un tipo que habla solo por la calle que uno que anota. Entonces voy grabando. Pero grabo casi el texto final, no es que tomo notas. Escribo oralmente.
-Como Borges, que como no podía escribir, dictaba
-Salvando las inmensas distancias. Él lo hacía porque era ciego… quizás yo también, andá a saber”.
“En general no escribía en la computadora. Usaba el grabador. Hay un trabajo muy fuerte de edición. Crea una forma de escritura extraña… una escritura en el lugar y en general la escritura es posterior a lo que uno está viendo. Y es curiosa esa manera de trabajar. Escribir in situ, digamos”.
“La mayor parte de los testimonios son grabados porque sino me hubiese sido difícil reproducir el habla con ciertos detalles y me parece muy importante. Editar lo que alguien dice me parece siniestro y es una costumbre muy propia del periodismo argentino. Y yo nunca entiendo porqué lo hacen. A mí me pasó muchas veces que me encuentro, me veo en publicaciones diciendo palabras que yo sé que no digo. Yo sé las palabras que elijo. Sé si voy a decir hospital o nosocomio. Y sin embargo a veces me veo diciendo palabras como nosocomio. Y me parece curioso porque yo creo que los periodistas deberían entender que las palabras que uno dice me parecen tan importantes como las supuestas ideas que uno trata de transmitir con estas palabras. Sin embargo los periodistas se creen libres de poner cualquier palabra en boca de cualquiera; de traducir lo que alguien dice a un lenguaje supuestamente… mejor ¿será? Me impresionó mucho. Es como si en una foto a mí me pusieras pelo rubio, ¿no? ¿Por qué?”
“El grabador muchas veces lo llevaba en el bolsillo de la camisa, fundamentalmente para que no interfiera en las charlas, no con el objetivo de engañar a nadie. Lo curioso es que los periodistas le cambian las palabras a la gente cuando las transcriben pero después mucha gente, cuando habla con un periodista, trata de hablar en ese lenguaje que los periodistas le inventan a la gente. Entonces ahí te cierra el círculo. ¿No viste que en la televisión cuando le preguntan a cualquiera por la calle sobre un delito, la gente habla como la policía? Es un delirio”.
Ahora Caparrós habla de El Interior, su último libro de crónicas que escribió durante sus viajes por las provincias argentinas. También, analiza un poco el país que tenemos.
“Hace mucho que intento de distintas maneras de contar la Argentina, de esta manera. Y esta era la manera la más obvia, la más apropiada, la más directa de saber qué es la argentina: agarrar un coche y empezar a recorrerla. Tener mucho tiempo para escuchar, para mirar, para recordar, para pensar”.
“Empecé en el 2004 y viajé durante 2005. Tenía un plan muy general, arrancar para el norte y el litorial y subir por el río Uruguay y bajar por el Paraná, pero los detalles se iban armando sobre la marcha. Fueron cinco salidas largas, que después terminó en un relato entero. El final del libro es una vuelta a Bs. As. y recuerdo la impresión de que cada vez que volvía era la sorpresa por la magnitud de Buenos Aires. En las provincias hay ciudades grandes que se entra por autopista, lo que sea. Pero cuando llegás acá por la panamericana empezás a ver que todo es mesurado, seis carriles de coches, construcciones, movimiento y ruido. Te das cuenta de la diferencia fuerte de una manera en que por lo general no lo notás estando acá adentro. Era de alguna manera redescubrir esta ciudad. Fue aprender a mirar para después contar lo más difícil, que es la manzana de mi casa. Eso que es tan común, tan habitual… poder mirarlo con los ojos un poco descentrados”.
“Es casi un chiste. Ahora vivo en una casa rodeado de cuatro calles con nombres de provincias. Y me mudé del barrio donde siempre viví, en el mismo momento que salía el libro. Casualidad curiosa”.
“Es difícil sintetizar qué es el interior. Para empezar es algo muy distinto de lo que solemos pensar los porteños cuando imaginamos el interior del gaucho en su caballito, el coya o el hachero misionero, etc. El 80 por ciento de la población del interior vive en ciudades.
Me acordaba de alguien de Resistencia en Chaco, en un aviso en el diario una persona pedía alguien del interior para servicio doméstico. Pero del interior de la provincia! Siempre hay un interior”.
“Cambios hubo por todos lados. En Buenos Aires también en los últimos veinte años. A mi me llamó la atención también. Traté de armar las variables socioeconómicas del interior si fuera un país y resultó que el PB poer cápita no era tanto menos que el de bs as. Yo en principio hubiera pensado que sí lo era, pero no. Y esto es porque la pobreza es cada vez mayor en el gran Buenos Aires y nos vamos para abajo cada vez más, no? Y además se solía pensar que Buenos Aires era el centro de la argentina y el espacio más moderno y de avanzada social y culturalmente que marcaba el rumbo del resto del país. Y por momentos ahora me pregunto si no es al revés. Aquello que solían ser las características del interior, son las que ahora están entre nosotros aquí”.
“Sería bueno saber hacia dónde vamos, como país. El hecho de que la Argentina pasó de un proyecto industrial a retomar su viejo rumbo agro exportador… eso hace que ciertas regiones del interior hayan tomado un peso mucho más fuerte en nuestro país. La zona sojera por ejemplo, tiene mucho más poder hoy en la argentina que hace 20 años y eso hace que ciertos sectores de la argentina tengan más poder que antes. Hay unos cambios raros, ¿no? Todavía no se manifiestan muy claramente”.
Caparrós se motiva hablando casi de cualquier cosa, pero mucho más si se trata de los medios. Por eso no ahorra crudeza para hablar de la crisis del periodismo gráfico, el género de la crónica y su importancia política, Internet y la revindicación de los libros largos. Esta es la tercera y última entrega de la entrevista a Martín Caparrós. Pero quedó material afuera y habrá un bonus track. Estén atentos.
“Suelo decir que a mí me sorprende que los editores de los medios gráficos argentinos trabajan para una especie que ellos han inventado que es muy paradojal y contradictoria, que es un lector que no lee. Ellos creen que los lectores no leen. Entonces, si un lector no lee, ¿qué carajo es? Porque un lector se define por ser alguien que lee. Un lector que no lee es como… qué se yo… una heladera que calienta. Pero ellos trabajan para ese género curiosísimo, bizarro. Entonces pelean contra los medios electrónicos con las armas de los medios electrónicos. Hacen medios gráficos como si fueran televisión o Internet o lo que fuese. Es un error, por supuesto. Y la gente deja de leer. No hay una revista en este momento en la Argentina que se lea. Los diarios bajan su circulación y los medios gráficos están en una crisis como yo no conozco, no había visto nunca. El periodismo gráfico está mal, muy mal. Mundialmente también, pero no tanto. Hay revistas como Gatopardo como Soho como Etiqueta Negra… que les va bien, porque hay gente para eso. Quizás no sean 500 mil personas, pero hay muchas cosas que no son para 500 mil personas…
A mi me parece muy raro, porque en general en América Latina todavía existe esa creencia de que el periodismo argentino es muy bueno. Suelen pensar que es el mejor. Y después se sorprenden cuando vienen acá y no ven un medio donde supuestamente está ese gran periodismo argentino. Seguimos viviendo glorias pasadas.
Muchos de los buenos periodistas creo que están resignados a no tener espacios para trabajar. La crónica no es solo un lujo narrativo, también es una posición política… quiero decir, frente a esta decisión de los grandes medios de actualidad de postular que importa lo que le sucede a la gente que tiene poder, la crónica habla de otro tipo de gente. Para las personas comunes, la única posibilidad de salir en los diarios es un choque de trenes, un crimen pasional o algún que otro accidente. Sin sangre es muy difícil que una persona común salga en los diarios. Los que salen en los diarios son los que tienen poder. Políticos, económicos o del espectáculo: actrices, futbolistas, modelos, etc. Y eso postula una idea muy fuerte del mundo: que lo que importa es lo que le pasa a la gente que tiene poder. Eso es lo que te está diciendo el diario todo el tiempo. Marca agenda y marca una forma de ver el mundo. En cambio la crónica habla de otra gente. Y en ese sentido me parece muy política”.
“Por momentos tengo la sensación de que ya escribí suficientes crónicas. Y en algún momento pensé que esta de El Interior iba a ser como mi última crónica. Que ya está bien, que ya hice lo que tenía que hacer en ese campo. Y que cuando terminara esto iba a terminar con este género. No estoy tan seguro de que lo haga, porque me da un poco de pena, porque después siempre aparece algo que me dan ganas de contar. Sería tonto cerrar una puerta, ¿para qué? Pero un poco tengo esa sensación, como que si sigo haciendo esto voy a empezar a repetirme más de lo que me gustaría”.
Internet
“Es muy interesante navegar sin rumos y azarosamente y terminar leyendo leer cosas que nunca te propusiste leer. Eso me da mucho gusto. Navegar implica como una decisión, con un timón y partida, destino y esa serie de cosas. Pero acá creo que es entrar en una serie de corrientes arremolinadas. Uno se mete en una página y te remite a otro y las conexiones impensadas… no? Eso tiene un problema que es que te crea como una ansiedad por ir yendo un poco más allá que a veces te dificulta quedarte el tiempo necesario para leer cada uno de esos materiales”.
“Me parece que hay muchas cosas para contar y no me decido a dejar de contar algunas de ellas. Por supuesto que hay muchas que no cuento, pero aún así, todas las cosas que están en esos libros me parece que son las indispensables. Tal vez debería tener más capacidad crítica y dejar afuera cosas. Pero cuando empiezo a pensar en el libro, pienso: “bueno, esta vez sí voy a hacer un libro cortito”. Y después termino haciendo estos mamotretos…
“La editorial se lo banca porque como La Voluntad era muy largo y la Editorial Planeta lo rechazó porque era largo y salió publicado en Norma y después se arrepintieron y ahora están como curados de espanto. Además me parece que, como lector, estoy a favor de los libros largos. Es decir, si es un libro bueno, no quiero que se termine nunca. Si es malo y largo es como si fuera largo y corto. Lo dejás y listo. Cuál es la ventaja de que sea corto más allá del problema industrial?
-Bueno, para ellos es una ventaja que sea corto por el problema industrial de impresión…
-Bueno, pero no es mi problema. Ni como escritor, porque quiero decir una cantidad de cosas. Y como lector, porque, justamente, cuando estás interesado, enganchado en un libro, quiero que dure para siempre.

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